El naufragio del amor - Relatos Eróticos

El naufragio del amor

... acoso era descarado acompañado de palabras con mala intención.

Aquella tarde Minerva se atrasó con unos documentos que eran muy urgentes.

Debía terminarlos como diera lugar, todo se complicó y le dieron casi las diez en la oficina, junto a José.

A punto de terminar José empezó con sus malas intenciones.

—casi terminamos mami, hasta quedara tiempo para coger… un tiempo para nosotros no crees.

Minerva lo miro con furia.

—apúrate y deja de estar chingando.

—nunca me habías hablado de esa forma mi amor.

—no me digas mi amor José, eres un pendejo que cree que traigo un letrero que dice quiero coger contigo.

—¿y no?

--por supuesto que no, tengo mi marido.

—eso no quiere decir que te coja bien o que te guste como te coge.

—ya terminamos así que vámonos de una vez.

—no te equivoques Minerva, no hemos terminado nuestra interesante charla.

Minerva tomo su bolsa y se dispuso a retirarse.

—claro que terminamos.

José se puso frente a ella impidiéndole el paso.

—esta vez no te vas viva.

José se fue encima de minerva y la atrapo contra la pared, era demasiado fuerte para que la frágil Minerva pudiera contra él.

—suéltame desgraciado.

—no muñeca no te vas, no antes de que te comas este trozo que traes alborotado.

José estrujaba sus pechos con una mano mientras intentaba besarla tenía una pierna metida entre las piernas de Minerva.

—suéltame cabrón.

Pero José no escuchaba palabras apoyado en su corpulencia y con un codo ...

... sobre sus pechos hurgaba salvajemente entre las piernas de Minerva e intentaba arrancarle las bragas.

De pronto Minerva dejo de luchar, le dejo hacer lo que quería, y pronto se encontraba sin bragas. Enseguida, siguiendo con su objetivo, le obligo a separar las piernas y prácticamente le enterró un dedo en su panochita. Complacido José empezó a frotar su clítoris.

—ves corazón nada te cuesta nos vamos a divertir de lo lindo.

—¿crees que ya me venciste? eres un idiota no es así como se seduce una mujer. Has lo que quieras, pero te juro que en cuanto termines con tu porquería, voy y te denuncio por violación.

Aquello fue como un balde de agua fría en la hoguera que ardía en la sangre de José.

La soltó al momento con el rostro lleno de temor.

—¿tú no harías eso verdad?

—- ¡claro que si cobarde! vamos ahora soy yo quien te reta, ¡cógeme!

—no, no olvida todo esto.

Nervioso recogió las maltrechas bragas y se las dio en la mano.

—anda póntelas y vámonos te llevo a tu casa y tan amigos.

—no por supuesto que no, vete no quiero estar contigo un minuto más.

—discúlpame.

—solo vete.

José abandono de prisa la oficina. Minerva disgustada colocaba sus bragas en su lugar.

—si supiera este desgraciado que estuve a punto de ceder a su instinto, me iba a comportar como una puta deseosa de coger y todo porque a mi adorado marido no le intereso.

Días después, llegó el ansiado día, de vacaciones, serían unos días fabulosos lejos de la desagradable ...