1. Escarceos sexuales de una casada insatisfecha


    Fecha: 28/06/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Insatisfecha2, Fuente: CuentoRelatos

    ... como una chiquilla excitada cuando me abrió de piernas y se situó entre ellas. Finalmente grité de dicha al sentirme atravesada por el ímpetu de su ariete.
    
    —Déjate llevar —me dijo antes de la segunda embestida—. Déjate llevar y te garantizo entrega total.
    
    Sonreí acordándome de mi marido. No recordaba que él me hubiera prometido tanto a lo largo de los años.
    
    Accedí con un movimiento afirmativo de los párpados. Este fue el pistoletazo de salida, la respuesta que Enrique aguardaba para cumplir lo prometido y matarme de placer.
    
    Lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió!
    
    Para ello fueron necesarios casi treinta minutos, durante los cuales me folló como un poseso, sin que flaquearan su fuerza y energía, su ímpetu y ciertas dosis de violencia. El resultado fueron dos gloriosos orgasmos y unas ligeras agujetas en las piernas que no pasaron desapercibidas para él. Era como si me conociera de toda la vida, como si aquella fuera una de tantas sesiones de sexo y no la primera.
    
    —Ahora quiero que te relajes mientras te doy un masaje —susurró—. Tener las piernas en alto, en suspensión durante tanto tiempo, acarrea ciertas consecuencias. Lo peor son los calambres, y no queremos que eso suceda, ¿verdad…?
    
    —No, no —respondí al tiempo que negaba con la cabeza.
    
    —Buena chica. Cuando te sientas en condiciones, probamos una postura más cómoda con lo que sigue. Suele decirse que la cama es el mejor lugar para el sexo, pero yo opino que los colchones machacan los músculos y las ...
    ... articulaciones cuando se soporta cierto peso.
    
    No me cuestioné si decía la verdad o si hablaba por hablar, pero aquel “con lo que sigue” me tenía en un sinvivir.
    
    Averigüé de qué se trataba cuando, tras ayudarme a levantar de la cama, me llevó cogida de la mano hasta la cocina, empujó mi espalda hasta que mis grandes pechos besaron el frío mármol de la encimera, me abrió de piernas y separó los glúteos con la mano derecha, mientras con la izquierda colocaba el glande en la entrada trasera.
    
    —No lo hagas sin antes lubricar la zona —le rogué—. Mira que ha pasado mucho tiempo desde la última vez y es casi como si me desvirgaras por ahí. Hazlo con cuidado. Por favor te lo pido.
    
    A estas alturas ya nada podía sorprenderme en Enrique. No lo hizo cuando le vi abrir uno de los cajones que tenía a mano y sacar un botecito de lubricante anal. Se me pasó por la cabeza que yo no era la única que conocía aquel lugar en circunstancias similares. Aun así, concluí que cada cual tiene sus manías y esta en concreto no me desagradaba, sino todo lo contrario.
    
    Obediente, embadurno el orificio a conciencia. Luego hizo lo propio con su verga.
    
    La suerte estaba echada.
    
    Suspiré, apreté los dientes y cerré los ojos en el momento en que sentí cómo el miembro se abría camino dentro de mí, dilatando el ano con delicadeza, sin forzar, deteniéndose cada vez que surgía de mi garganta un grito de dolor, por ligero que fuera. Luego, a mi señal, profundizaba un poco más hasta que los testículos ...