1. Culitos vemos, corazones no sabemos (Re-pub)


    Fecha: 31/03/2021, Categorías: Fetichismo Voyerismo Tabú Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster

    ... mujer tenía, se la había ganado con buen fundamento.—¿Y tu esposo? —le pregunté mientras me quitaba la chaqueta, sólo por decir algo. La verdad, suponía que no estaba en casa.—‘Orita viene... ¡Abel! —y que le llama.Yo aún pensé que estaba bromeando y reí, pero...El muy cabrón apareció. Pardo; ojeroso; larguirucho, aunque con una panza como de embarazo. Traía una bolsa de orina sujeta a una de sus piernas. Además, su camiseta de tirantes, las sandalias, y las bermudas que vestía le empeoraban el aspecto (en franco contraste con su esposa).Me tendió la mano. Yo dudé, luego le saludé, ¿qué me quedaba?—¿Quieres algo de tomar? —me preguntó ella.Torpemente ni pude responder, estaba confundido por la situación.Más tarde, en su pequeña cocina conversábamos:—Mira, Abel hace tiempo tuvo un accidente en la combi que lo llevaba al trabajo. Desde ese día dejó de trabajar —ella me compartió, mientras yo bebía el refresco que me ofrecieron.—Así que sólo tú trabajas —comenté.—Así es, desde eso, yo soy quien trae el gasto; cosa que está bien, no creas que me quejo. Pero, lamentablemente, Abel quedó afectado en varios aspectos y yo, pues...Miré al hombre y luego a ella. Sentí lástima por ambos.—Caray, qué buena mujer eres —le confesé, mientras ya le metía un dedo explorador en su morocha puchita; pero claro, con permiso del marido.Él mismo me había dado su aprobación de penetrarla de a perrito.Estábamos en la sala. Mientras le realizaba los preliminares, lubricándole la abertura que me iba a ...
    ... recibir, su marido; sentado en un raído sillón; nos contemplaba. Nosotros estábamos en el sofá, que estaba cubierto por una tela de color negro (supongo para que no lo mancháramos).Ahí mismo íbamos a ejercer el ayuntamiento. Le había bajado los pantaloncitos a la mujer del amigo y por fin contemplaba ese hermoso culito, a raíz. Mi verga no podría estar más parada; en poco entraría a la vagina de su esposa, y él sólo miraría.El primer entrometido fue mi dedo, que ya exploraba aquella caverna natural. La parte más íntima de mujer alguna.—Me gusta lo que me haces —dijo ella, sin embargo, no se dirigía a mí, veía a su marido.No pude evitar sentir pena por él, pese a la erección que me provocaba aquella situación; digo, me estaba por penetrar a su mujer. Pero ese hombre ya no llevaría la vida de antes. Abel, imposibilitado para copular, la amaba, y quería demostrarle su amor, así fue como ambos llegaron al acuerdo: ella seducía uno que otro hombre de vez en cuando (era por ello su manera de vestir) y lo llevaba a la casa para que; conforme con su esposo; aquél otro tuviera sexo con ella como si de él mismo se tratara.La verdad me sentí culpable, no de fornicar a la mujer de otro, claro, sino de andarla criticando a ella. Yo, al igual que muchos otros, la prejuiciaba por cómo vestía. La tildé de puta más de una vez. No cabe duda, uno critica sin saber cómo son en realidad las cosas.Si ella vestía así era por razones con fundamento: En primera, claro, por presentación. No iría a su ...