1. Anahí R.E.


    Fecha: 26/02/2021, Categorías: Jóvenes Autor: joshsanz, Fuente: RelatosEróticos

    ... educación física, no se había duchado y podía oler su sudor corporal. Era un aroma un tanto extraño. No era molesto, más bien, encantador, tierno y quizás, hasta excitante. Lo aspiré reiteradas veces durante el forcejeo e inclusive comencé a disfrutarlo, pero también me sentí extraño.
    
    Pregunté entonces por qué aún llevaba el uniforme y ella respondió:
    
    --Lo que pasa es que mi madre tenía mucha prisa y me trajo directa del colegio, no me dio tiempo de ducharme ni de cambiarme.—
    
    Yo continuaba haciendo cosquillas en su abdomen y en determinado momento, metí las manos bajo su camiseta; ella rio a carcajadas. Le ofrecí mi regadera y ella se apartó bruscamente. Nos miramos, como a la expectativa de otro ataque y repentinamente se pegó a mí con un abrazo, intentando morder mi hombro. Yo instintivamente la abracé, pegándola aún más a mi cuerpo.
    
    --No gracias, me bañé ayer en la noche—dijo divertida, antes de clavarme los dientes.
    
    Tal acción la acercó aún más a mí; podía oler mejor el delicado y natural aroma que sus pequeñas axilas desprendían; también ese otro que desprendía su cabello. Algo dentro de mí despertó y me dejé llevar un poco. Continué pellizcando y haciendo cosquillas bajo su camiseta; ella se estremecía. Las risas resonaban en la habitación. Ambos nos atacábamos con todo y en determinado momento, con el pulgar, rocé por accidente uno de sus pezones, lo cual causó que se retorciera adorablemente y riera antes de volver al ataque.
    
    Me miraba con esos ojos ...
    ... encantadores y me embobaba con su sonrisa y aroma. Su piel blanquita, su figura estética. Su manera de ser. Era perfecta.
    
    Cuando me di cuenta, estaba teniendo una tremenda y aparatosa erección bajo el short y me avergoncé. Inmediatamente intenté detenerme, pero ella lo vio como una abertura y lo aprovechó, sacándome más carcajadas con sus cosquillas. Entre risa y risa, mi pene estaba durísimo y apuntaba hacia ella. Casi muero cuando dejó caer levemente su peso y la punta de mi miembro topó con su firme y bien formado trasero. Me estremecí.
    
    Nunca he querido sentirme Peter Pan; andar por ahí interesado en pequeñas me parecía una atrocidad, pero mis latidos se aceleraban con esta y no podía entenderlo.
    
    Con miedo a que se percatara de la dureza de mi miembro la aparté bruscamente después de un leve frotamiento inconsciente y su gesto fue de sorpresa, en medio de instantes de silencio.
    
    Le dije que ya estaba bien que la estuviésemos pasando de maravilla, pero que ya era bastante noche y debíamos descansar (debían ser casi las doce a.m; me sorprendía que estuviese así de activa a esa hora). Al terminar de hablar, me hizo muecas, quería seguir divirtiéndose. Le expliqué que no era sano a su edad, ni a ninguna edad, desvelarse y le ordené que se alistara para dormir. Ella, entre quejas y gestos, obedeció. Dejé que se levantara primero y con la excusa de recoger un par de cosas que estaban a la mano, permanecí sentado mientras ella se iba al sanitario.
    
    Mientras ella se ...
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