1. La conchita del pueblo


    Fecha: 08/01/2021, Categorías: Transexuales Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... guacha!, decía presionando mi cabeza al pubis del tipo que jadeaba como si tuviese un ataque de asma, hasta que al fin un generoso estallido de semen me pintó los labios, y la tía me comió la boca saboreando mis comisuras, después mis pezones y mi concha para luego volver a mi boca.
    
    Cuando me llevó al cuarto vi que Silvana estaba sentada arriba de otro fulano que le hundía su bote carnal en la argolla. Esa vez la contemplé totalmente desnuda, y me encantó.
    
    Las dos eran morochas, treintonas, de buenas caderas, sexys y culonas como yo, pero Silvana tenía unas tetas deliciosas a la vista. ¡Se me hacía agua la boca cuando sus pezones erectos le marcaban las remeritas!
    
    Cuando llegó la primavera Silvana dijo que veríamos una peli en su dormitorio con Luciana. Así que luego de ordenar todo lo sucio de la cena en la bacha fui ansiosa porque, ellas me esperaban. Al entrar me metí en la cama, y luego, mientras transcurría la peli de amor las dos comenzaron a desnudarme pidiéndome que les desabroche sus corpiños. Lo hice temblando, y mientras las dos saborearon mis lolitas me explicaron todo:
    
    ¡escuchá bien pibita, nosotras somos putas y cobramos por chupar pijas, entregar la cola o la concha… vos vivís acá con la condición de dejarte coger y así pagás tu derecho de comida y techo… así lo arreglamos con tu padre!
    
    Yo no podía prestar atención con los dedos de Silvana en mi vagina y la lengua de Lu en mis tetas. Esa noche me la devoraron juntas como a mi culo, me pegaban, ...
    ... me asfixiaban con mi calzón y me obligaron a hacerlas acabar con mi lengua rozando sus clítoris borrachos de flujos calientes. Debo sincerarme que la conchita de Silvana me excitaba más porque la tenía depilada y perfumada.
    
    Desde entonces, casi todas las noches me tragaba una pija distinta, todas de tipos con guita. Viejos camioneros, milicos, tacheros, los comerciantes del barrio a quienes tenía que verles la cara al día siguiente cuando me mandaban a comprar, y algunos marineros. ¡Esos eran los que mejores pijas portaban, siempre limpias pero muy lechosas! Me hice la vocación de distinguir variedad y calidad de lechitas, y ya a los 19 no podía dormir sin el sabor de una pija en la boca. A esa edad también empecé a echarme los primeros polvos.
    
    El que me inició fue Ricardo, el verdulero. Fue una tarde apenas llegué de la facu, donde desde el verano el ir y venir de hombres alzados se hizo habitual en la casa. Estaba por hacerme un té con unas tostadas cuando Silvana me interceptó. Me desvistió apurada en la cocina y me puso una tanguita roja, unos tacos, un corpiño que apenas cubría mis timbres y un perfume de bebé. Me pintó los labios de un color furioso y me dijo:
    
    ¡En tu pieza está Riki, dejalo que te la ponga, que ya le cobré!
    
    Apenas entré el tipo me hizo tocarle la poronga mientras se quedaba en cuero diciendo:
    
    ¡Qué linda piecita de nena tenés guacha, es como cogerme a mi hija!
    
    Enseguida me puse en cuclillas y lo oí gemir con mi boca envolviendo su carne ...
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