1. La iniciación de mi sobrino


    Fecha: 31/12/2020, Categorías: Hetero Autor: Ulpidio_Vega, Fuente: CuentoRelatos

    Todo cambió en mi vida desde que a mi marido lo trasladaron a la sucursal del banco en Río Negro y yo no me pude mudar porque ninguno de los chicos se quiso cambiar de colegio. Voy algunos fines de semana largos, las vacaciones de verano e invierno y en las Fiestas, por supuesto. Tengo un día a día menos estresado porque tomo todas las decisiones, pero me ponen de muy mal humor las largas temporadas sin sexo.
    
    Muchas veces me consuelo tocándome leyendo relatos eróticos o mirando películas porno con mi tablet. Con la masturbación casi cotidiana logro dormir un poco más relajada, pero la calentura no desaparece, al contrario, va creciendo. Más me toco por las noches, más ganas tengo de que me cojan, como deberían, por lo menos dos o tres veces por semana.
    
    Nada me pone más de mal humor que la frase “pobre debe estar mal cogida”, primero porque me parece espantosa pero interiormente es porque me siento identificada. Mi humor se modificó, me río menos y estoy más ansiosa. Viajar a Río Negro sólo por un polvo es un incordio al margen de que no me daría el presupuesto y siempre con el riesgo de que las calenturas de mi marido no sean similares a las mías y termine más mortificada que satisfecha.
    
    “Comprate un juguete boluda. No fallan y no te hacen ningún reclamo”, me aconsejó una de mis mejores amigas, acaso con la única que puedo hablar estos temas delicados. Tengo 43 años, una vida sexual plena a pesar de la maternidad y unas ganas de coger increíbles que van aumentando. ...
    ... En esos días las pajas nocturnas se multiplican en la ducha o cuando me limpio con el bidet. No son iguales los orgasmos, te calman, pero seguís caliente.
    
    Le hice caso a mi amiga y me compré un juguete. Sufrí como pocas veces en la vida entrando a un local que estaba escondido en una galería en una de las avenidas más importantes de Buenos Aires. Por esas cosas de la educación recibida, me horrorizaba pensar que alguien me sorprendiera entrando o saliendo del local. Y desistía de ir directamente cuando me figuraba a las conchudas del grupo de madres del Whatsapp del colegio haciéndose una fiesta con “la mal cogida”.
    
    Vivo en un departamento grande que heredé de mis padres a pocas cuadras del colegio. Voy al gimnasio a la mañana, hago Pilates por la tarde y me gusta mucho caminar. Soy morocha, delgada, mido 1,70 y Dios me concedió buenas curvas. No tengo un culo impresionante pero muchas veces me doy cuenta de que me lo miran cuando me pongo alguna calza para hacer glúteos en el gimnasio. Y mis tetas, que siguen firmes a pesar de los años, también tienen un buen tamaño. No soy exuberante, pero tengo unos pechos grandes que acapara miradas cada vez que camino por la calle o hago ejercicios en el Gym.
    
    Siempre fui bastante calentona. “Vos sos como techo de pueblo —me dijo una vez un amigo con el cogíamos en la universidad— si no te clavan, te volás”. Y algo de cierto había. No me bancaba la vida sin sexo.
    
    Con el juguete las cosas empeoraron aún más porque me empecé a ...
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