1. Preñada


    Fecha: 04/12/2020, Categorías: No Consentido Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... desnuda, tal cual la había dibujado antes, pero ahora estaba sentada en las piernas de mi muchacho. Y no estaba inmóvil; subía y bajaba constantemente dándose francos sentones sobre él.
    
    Era como si ambos estuvieran recreando mi propia visión, mis propios deseos: él se afianzaba del vientre abultado y desnudo de Alhelí mientras ella subía y bajaba. Y parecía que Alhelí disfrutaba mucho de aquella acción. Era ella quien ponía todo el movimiento, ritmo, aceleración; el joven de debajo sólo se limitaba a acariciarla (especialmente de las tetas y de la panza cargada; caderas y muslos trémulos; sexo y... uy, no podía soportarlo. Mi miembro se endureció).
    
    —Así que... mi papá... ¿tú crees que él...? —¡dijo mi propio hijo refiriéndose a mí!
    
    —Pues sí... también me mira pues... ammmh... como los otros, con mucho morbo y así... uhmmm. Pero en fin... ehmn... así son los hombres. Bien me lo decía Doña Rita —respondió la voz entrecortada y jadeante de Alhelí—. No sé si es por puro morbo o qué, pero... ufff... muchos hombres quieren estar conmigo desde que Emilio... bueno, ya sabes.
    
    Mientras los escuchaba hablar, podía ver a Alhelí sentada y rebotando sobre mi hijo. Mi propio hijo exploraba con ambas manos el relieve de su vientre hinchado, a la vez que su pene se abría paso abriendo y palpando su intimidad; la intimidad que yo hubiese querido explorar. De seguro también, tanto manos como el sexo de Moisés, querían hurgar lo más cerca posible a aquel niño que se albergaba en ...
    ... su interior. Al pensar en ello de inmediato sentí una dura punzada en mi sexo, a la vez que envidia de mi propio vástago.
    
    —¿Pero entonces, por qué...? —le preguntó.
    
    —¿Por qué te pedí que me lo hicieras? —le dijo a su vez Alhelí—. Es que me gustó cómo me mirabas durante la cena y antes, cuando entraste al cuarto mientras tu papá me dibujaba.
    
    —Entonces tú sí te diste cuenta.
    
    —Sí.
    
    —Pero tú misma dices que estás cansada de los hombres que...
    
    —Pero es que tú eres diferente, me miraste diferente —en ese momento Alhelí dejó de rebotar y ladeó un poco su cabeza; lo suficiente como para mirar a mi hijo de reojo.
    
    Mientras ella aún respiraba un tanto agitada, por el esfuerzo físico realizado, continuó:
    
    “Es que, ¿sabes?, mi abuela me contaba que los hijos se deben hacer con amor. Con el amor al ser amado. Y que se hacen de poco a poco pues, según ella me contaba, no es suficiente con una sola entrega. Para que un niño se forme como debe ser hay que hacer el amor muchas veces, para ir formándolo. Así, de poco a poco.
    
    Es por ello que procuraba hacer el amor con Emilio por lo menos una vez cada noche. Y mientras lo hacíamos, podía imaginar cómo se iría creando mi bebé, como si su leche que depositaba en mí lo fuera formando de a poco: primero su corazoncito, luego su cabecita, sus bracitos, sus piernitas. Todo dentro mío.
    
    Pero cuando desapareció Emilio, pu’s... lo que más me dolió, claro, además de perderlo a él, fue que mi niño quedaría incompleto. No sólo no ...