1. Mi joven vecino


    Fecha: 16/11/2020, Categorías: Incesto Autor: Danino, Fuente: CuentoRelatos

    Tengo 45 años y mi marido es bastante mayor. Hace 3 años tuvimos un accidente importante con el automóvil. Yo salí prácticamente ilesa, pero Marcos, mi esposo, desde entonces, padece una incapacidad motriz, que lo obliga a utilizar una silla de ruedas para movilizarse.
    
    Tenemos un hijo, que está en Europa, en una especialización médica. Mi esposo es relojero y joyero y tiene un local en el frente de nuestra vivienda con un prestigio de muchos años. Yo, por mi parte, dedico mi tiempo a la pintura y escultura; contando para ello, con un estudio amplio en el piso superior de nuestra casa, donde paso muchas horas de mis días.
    
    La relación matrimonial, desde el accidente que desencadenó en la incapacidad de Marcos, es prácticamente nula, a pesar de mis intentos insistentes, tratando de motivar a mi esposo y por qué negarlo, también por mis apetencias insatisfechas.
    
    Posiblemente Marcos, siente que, si tenemos un buen pasar económico y nuestro hijo se desempeña en forma independiente, no necesitamos más actividad amorosa ni social. A veces ni siquiera me acompaña a las muestras de mis obras ni a las exposiciones de pintores y escultores contemporáneos.
    
    El utilizar la silla de ruedas y depender de mi para sus actividades ajenas a lo laboral (en su trabajo no necesita de mí en absoluto), lo hace sentir incapaz y acomplejado. Por mi parte, trato de tener actividad física, porque siempre me gustó estar en buena forma. Voy al gimnasio 2 veces por semana y las compañeras dicen ...
    ... que tengo buen cuerpo de formas agradables y firmes. Mi piel mate y mi pelo obscuro me da un cierto atractivo, suficiente para no pasar desapercibida por algunos hombres.
    
    Días atrás, estando en el estudio, sentí subir alguien por la escalera y asombrada y temerosa, me asomé al pasillo. Era el muchacho vecino a mi casa, que me dijo:
    
    -Perdone, señora. -y agregó- Le pedí a don Marcos si me dejaba pasar por la terraza a mi casa, pues se me cerró la puerta de calle y la llave quedó en el interior. Pasaré por la azotea y bajaré por el lavadero de mi casa. Mis padres están de viaje y no hay nadie en casa. Y
    
    -No hay problema. Puedes pasar -dije- pero susto que me diste. Estoy trabajando y no te esperaba.
    
    Hacía calor y yo estaba con una remerita floja y escotada. El muchacho (Marcelo, se llama), pareció notar que estaba sin corpiño y descaradamente me miraba los pechos.
    
    -La he visto a veces en el gimnasio.
    
    -No me digas -contesté. Y no me preocupé en esconder mis tetas. Si quería mirar, pues que mirara.
    
    -Empecé a ir cuando terminé el secundario y empecé la facultad -agregando- Ya hace más de un año que voy. Me hace sentir bien.
    
    -Se nota que haces gimnasia -lo quise hacer sentir bien- has desarrollado cuerpo y músculos.
    
    Marcelo es un muchacho de unos 20 años. Alto, siempre bronceado, con una dentadura perfecta y sonrisa encantadora. Alguna vez escuché a las chicas en el gimnasio, hacer mención a sus dones.
    
    -A Ud. no le hace falta esforzarse para estar bien ...
«123»