1. El cuerpo lleno de encantos de mi cuñada


    Fecha: 31/10/2020, Categorías: No Consentido Autor: Risistasman, Fuente: CuentoRelatos

    Yo llevaba una vida bastante aburrida viviendo como un empollón absurdo junto a mi madre viuda y a los dieciocho años, poco antes de entrar en la Universidad sucedió algo que cambió radicalmente mi existencia.
    
    Yo soy un joven bastante extrovertido, aunque al tener tanta dificultad para ligar con las chicas, poco a poco se me fue avinagrando el carácter y hasta pensé en irme a Madrid, o a Barcelona, a un sitio en donde nadie me conociera para echarle "morro" a la vida y llevarme a la cama, a las primeras ingenuas que se me pusieran a tiro.
    
    Me llamo Michel y soy bastante viril, por no decir que un tío muy bien dotado en lo que a miembro y testículos se refiere, aunque era virgen a mi edad y eso era como una losa que me ahogaba, amenazando con hundirme hasta el cuello en una gravísima depresión.
    
    Cuando mi hermano Rafael, que era diez años mayor que yo, tuvo un accidente laboral y falleció, pensé que se me caía el mundo encima.
    
    Mi madre me aconsejo que al encontrarme disfrutando de las vacaciones estivales, me fuera a vivir a casa de mi difunto hermano, haciéndole compañía a mi cuñada Raquel, que a sus veinticuatro años era una mujer que acababa de dar a luz a su primer hijo y que estaba muy buena, aunque para no ofender la memoria del pobra Rafa, siempre quise apartar de mi cabeza los malos pensamientos que me excitaban al soñar muchas veces con su joven viuda, con unas fantasías eróticas que me avergonzaban al recordarlas cuando amanecía y me daba cuenta de que era ...
    ... un gusano bastardo, un pobre estúpido que hubiera sido capaz de meterla en cualquier tubería para complacer los azotes crueles de mi libido.
    
    No sé cómo sucedió, pero el caso es que acepte la propuesta de mi madre y como mi cuñada estaba de acuerdo, me cogí la maleta y en el tren llegue al pueblo ignorando que allí iba a perder esa virginidad que tanto me pesaba.
    
    Cuando ella salió a recibirme, me quede helado aunque era el mes de julio y hacía mucho calor.
    
    Raquel era muy hermosa y su cabello rubio corto contrastaba con el negro de su vestido de luto y la blancura de su rostro adorable.
    
    La bese notando sus curvas femeninas, esos relieves que me hacían imaginar fantasías eróticas deliciosas pero impuras.
    
    Estuve tentado de morrear a la bella, pero imaginando que ella me iba a dar una bofetada y a considerarme un cerdo miserable, opte por depositar unos besos castos en sus tersas mejillas y aspire ese perfume embriagador que desprendía su cuerpo, a perfume y a su piel limpia.
    
    Cada vez que veo a una mujer me quedo como un imbécil contemplando sus pechos, especialmente si son como los de Raquel, mi cuñada, gordos y como una especie de sandías pequeñas y apetitosas.
    
    Ella creo que se dio cuenta de que me quedaba con sus tetas e hizo un gesto de coquetería que casi me animo a seguir en mis intentos de seducir a esa cuñada, a la que desde que se casó con mi hermano, un par de años antes no había vuelto a ver, aunque a veces disfrutaba pensando al ver sus fotos de la ...
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