1. La pertenencia (22): La presión


    Fecha: 16/10/2020, Categorías: Incesto Autor: Miguel.Lopez, Fuente: CuentoRelatos

    ... indirectamente."
    
    Me miró fijamente, sonriendo, los profundos surcos de su cara realzaban sus gestos.
    
    "Carajo..." Una risita grave, de fumador.
    
    Pisamos los cigarrillos en el pasto.
    
    En la cama con ella me sentí cansado. No cansado físicamente, cansado de mi situación, de tener que pensar que hacer, de estar a cargo de esta situación, de no poder dejarla en automático, cansado de ella, de ser su dueño, pero al mismo tiempo no quería dejar de serlo. No quería usarla, para nada. Me sentí mal. La tenía en mis brazos pero algo estalló en mí. Salté de la cama y la arrastré del brazo. Recogí mi pantalón para sacarle el cinturón. Levanté su camisita para sacársela, con su valiosa cooperación. Me puse a azotarla, apurado, furioso.
    
    "Arranca, no te quedes soportando el dolor."
    
    Se levantó y trotó despacio alrededor mío. Ahora le di correazos por todo el cuerpo, menos en la cara, las manos y las pantorrillas, no quería que quede nada visible.
    
    "Dije arranca vaca estúpida, no que trotes como yegua trillando." Era raro que no me haya entendido, pero ahora sí lo hizo. Corrió de una esquina de la pieza a la otra, tapándose y protegiéndose como lo había hecho Felipe. Una virtud de este edificio viejo era el grosor de las paredes. Igual no iba a hacer escándalo, nada de gritos ni de romper cosas.
    
    Todavía estaba la varilla sobre el estante de libros. Mientras la iba a recoger ella se acurrucó en el suelo, temblando de miedo, una respuesta física difícil de producir a ...
    ... voluntad. Le di varillazos, más fuertes que la otra vez, con rabia. La tiré del brazo para sacarla de su esquina. Ahora se acurrucó en el suelo mientras la seguía azotando con la varilla. Volví al cinturón.
    
    La levanté de un tirón. Le metí los dedos en la vagina, sacándolos y volviéndolos a meter con fuerza y rapidez, haciéndola sacudirse con mi movimiento. Luego la di vuelta y le di el mismo tratamiento a su ano, metiendo tres dedos. La tiré de rodillas al suelo y le sacudí la cabeza, moviendo su boca a lo largo de mi erección, sin cachetadas está vez, pero en vez de eso la sostuve con fuerza contra mí y le apreté la nariz. La sostuve así varios segundos y la solté. Tragaba aire desesperada. Repetí el procedimiento varias veces, alargando la duración de la privación de aire. Empezó a empujar contra mí, luego a golpearme. Yo había sacado fuerzas que no sabía que tenía. La solté y la tiré al suelo, respirando ruidosamente. La volví a azotar con los dos implementos, una tras otro. Le subí las caderas y use su ano. Ya estaba calmándome, no se lo dañe, pero lo hice con más fuerza y rapidez que de costumbre, como que lo más importante del acto no fuera el placer directo por la estimulación sobre mi pene. Se lo volví a meter a la boca. Temblaba, pero no volví a ahogarla, sólo fui brusco. La fui usando de esa manera, de su ano a su boca, unas cuantas veces.
    
    La volví a tirar al suelo, de espaldas, y me senté en su cara. Ella sacaba y movía su lengua para estimularme, pero era difícil ...