1. La madura


    Fecha: 20/08/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: zorro_en_celo, Fuente: CuentoRelatos

    Esa mañana había llegado yo como costumbre a las 9:00 a mi gimnasio donde daba clase de ciclo indoor y otras actividades relacionadas con el gimnasio y mientras entrenaba, se iba llenando de socios el gimnasio.
    
    Gradualmente empezó a llegar más y más gente y mujeres de todo tipo, cuando me quise dar cuenta, había una maduraza rubia que vestía de rosa y con deportivas de marca. Tenía, la muy puta, un buen culo, que pedía ser taladrado y unas tetazas soberbias, idóneas para hacer unas buenas cubanas.
    
    Me di cuenta enseguida, porque la muy puerca no me quitaba ojo y la vi mirándome, reflejada en el espejo. Yo a ella tampoco, pues su lascivo jueguecito, me estaba poniendo cachondón y se lo comenté:
    
    —esa guarra madura no me quita ojo.
    
    —pues ya sabes…
    
    Yo a ella tampoco la quitaba ojo pues podría ser una presa fácil, pues su jueguecito iba en aumento y yo casi me sentía empujado a ella.
    
    Seguimos trabajando en el gimnasio y se acrecentaba y dilataba el libidinoso jueguecito, y se lo volví a comentar a este socio y me dijo:
    
    —ahora es el momento…
    
    Y yo sin más y sin que esta lasciva maduraza se diera cuenta, me planté, junto a ella y le solté:
    
    —¿Deseas algo?, es que no me quitas el ojo en todo este rato.
    
    Ella me miró alucinada y casi sin saber que decir:
    
    —Errr —balbució ella.
    
    —¿qué pasa?, ¿te gusto? —añadí yo.
    
    —pues… —volvió a balbucir ella.
    
    No me quitaba ojo pese a mi destreza lingüística y mis cojones por plantarme así.
    
    —¿qué pasa, quieres ...
    ... mandanga? —proclamé yo.
    
    Ella se rio y se quedó cortaba por el "palabro".
    
    —bueno, la verdad es que me gustas bastante y me gustaría que nos viéramos íntimamente —expresó ella.
    
    Yo me quedé desarbolado y sin saber que decir y deseé.
    
    —sí, encantado —y agregué— dame hora y media, que me queda poco, voy a casa, me visto y nos citamos aquí para entonces.
    
    —perfecto, me parece bien —mencionó ella.
    
    Dicho y hecho, ya había ligado a esta guarrona, el resto era ir a casa y prepararme para la libidinosa jodienda que me esperaba con esta maduraza caliente.
    
    Llegué a casa y eché raudo y veloz, la ropa del gimnasio para lavar, me quité la ropa que traía, me puse mi tanga de las tiras verdes y con la tela gris y verde que era depravado, muy procaz y libidinosamente obsceno, me puse mi perfume favorito, mis vaqueros negros que me marcaban el rabo, una camisa roja y unos zapatos. Salí como vine y ya ésta putona me estaba preparando en la puerta del gimnasio.
    
    —No nos hemos presentado —enuncié yo.
    
    —es verdad —dijo ella— ¿cómo te llamas? —interrogó ella.
    
    —me llamo Ricardo —afirmé yo— ¿y tú? —inquirí yo.
    
    —yo me llamo Elena —y nos dimos dos castos besos.
    
    Elena me contó que vivía cerca del gimnasio y que llevaba poco tiempo viniendo a este, aunque ya había estado en otros gimnasios.
    
    —Se te ve que tienes muy buen tipo —enuncié yo.
    
    —gracias, Ricardo, pareces muy caballeroso —manifestó Elena.
    
    Seguimos charlando y nos íbamos acercando a su casa. Nos metimos en el ...
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