1. Mis primeros alumnos y yo


    Fecha: 10/08/2020, Categorías: Gays Autor: Cojo, Fuente: SexoSinTabues

    Desde la primera vez en el salón de clases noté a dos chicos que compartían el mismo nombre: Juan, con la diferencia de que uno de ellos era Juan Bautista y así nos referiremos a él para distinguirlo. Compartían algo más que el nombre y eso era el gusto por la verga. No tenían empacho en mostrarse finos hablar abiertamente de su homosexualidad. Con el tiempo, la gente que me rodeaba comenzó a suponer situaciones con respecto a mi persona y una de ellas era mi posible homosexualidad igualmente. Nada negué cuando me lo llegaron a insinuar, pero tampoco confirmé cosa alguna. A mí me gustaban ambos jovencitos, desmadrosos y la vez dedicados a la escuela, atentos, guapos, llenos de energía y vitalidad, cercanos a mi edad y mis gustos, empáticos etcétera. Juan era de 160cm de alto; bajito. Rubio y delgado, aunque de facciones un poco gruesas del rostro. Lo contrario de Juan Bautista: muy delgado, moreno, 180 cm de alto y con rostro fino. A la primera semana ya me quedaba claro que yo le era atractivo a Juan y no tanto a Juan Bautista, aunque ambos, solos o con otros compañeros y compañeras, echaban relajo al respecto de mí. Les llegué escuchar varias veces haciéndose la burla de que yo le gustaba. A mí no me era indiferente. Pero era mi alumno, en mi primer empleo, con 17 años de edad y por supuesto que no me urgía. No me faltaban vergas o culitos que probar en esta nueva ciudad. De repente sí eran muy inquietantes y tensos mis momentos con Juan. Imagino que más cuando ambos ...
    ... andábamos con las hormonas a tope. Pasaron los 4 meses del primer periodo escolar y al aproximarse las evaluaciones noté que Juna faltaba a clases. Al poco tiempo supimos que se había roto el peroné. Juan Bautista era su enlace con la escuela, especialmente en cuanto a las evaluaciones pendientes de Juan. Pero un día por la noche recibí un mensaje. “Profe, gracias por exentarme de las evaluaciones que tenía pendientes con usted porque así me alivianó la materia, pero necesito ayuda y no sé a quién más recurrir”. Me asusté un poco y respondí: “Dime, Juan, estoy a tus órdenes y no tienes qué agradecer porque tuviste un muy buen desempeño en clases y todos los compañeros con igual desempeño también exentaron”. Respondió: “Estoy a punto de reprobar la materia de redacción por no entregar el guion de un documental y ya tengo todo hecho pero cuesta mucho escribir bien”. Como Juan estaba en recuperación, por supuesto que no lo iba a pedir que fuera a la escuela, así que quedamos por Messenger sobre cómo llegaría yo a su casa al siguiente día para trabajar toda la mañana. Algún impulso eléctrico me recorrió al pensar que esa visita podría ser morbosa, pero me contuve. No quería perder el control con un alumnito, aunque fuera muy bello. A la mañana siguiente, apenas dieron las 8 y comencé a alistarme. Me duché, me puse ropa cómoda y salí. En el camino compré unos panes y, al llegar, voy viendo como en revelación al hermoso Juan, abriendo su casa, en muletas, con la pierna vendada, pero sólo ...
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