1. Pasó lo que tenía que pasar


    Fecha: 10/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Mar, Fuente: CuentoRelatos

    Pasó lo que tenía que pasar, porque yo estaba dispuesta a que pasara.
    
    Este noviembre, aprovechando unos días libres, mi marido y yo nos fuimos a una isla canaria, con el fin de quitarnos los fríos de Madrid, ciudad en la que vivimos, para recordar un poco el lejano verano.
    
    Hace tiempo que estamos algo separados, sexualmente hablando, no sé si él ha perdido el interés por mi cuerpo o soy yo la que ha dejado de verlo como mi pareja y lo ha convertido simplemente en un amigo.
    
    El caso es que cuando me propuso pasar unos días en aquel paraíso comencé a soñar.
    
    Ya en el avión, sólo de pensar en los paseos desnuda por la playa, sólo de pensar en volver a ver de nuevo hombres desnudos a mi lado, comencé a excitarme, de tal manera que sentí como se me mojaban las braguitas.
    
    Me excitan mucho los hombres desnudos y me gusta mucho excitar a los hombres desnudos. Ver cómo va cambiando su anatomía, como crece su sexo lentamente ante mis miradas o ante mis posturas.
    
    En todo eso pensaba en el viaje hasta allí. Así que cuando llegué ya estaba dispuesta a todo.
    
    La primera noche fuimos a un bar al lado del hotel para saludar a las islas tomándonos unas copas. Hacía calor y además yo lo tenía por dentro, así que me puse un vestido cortito que sólo tapaba un minúsculo tanguita.
    
    Había para mi gusto demasiados jubilados extranjeros, pero afortunadamente también había un guapísimo camarero, alto, moreno, con una cara de guanche muy sugerente.
    
    Noté que no podía evitar que ...
    ... sus ojos se fueran una y otra vez hacia mis piernas y yo tampoco hice demasiado para hacer sufrir a su mirada, tan negra. Después de dos copas, cuando se acercó a la mesa le pregunté si había por allí cerca alguna playa nudista. "Muy cerquita", me dijo y me orientó para ir.
    
    Al día siguiente salimos hacia el paraíso. En la playa prácticamente nadie, dos o tres parejas al fondo y algún que otro paseante solitario. Mi marido y yo nos dimos un largo paseo por la orilla, me encantaba sentir mi cuerpo abrazado por aquella brisa cálida y me encantaba contemplar, tras mis gafas de sol, el bamboleo de los miembros de los paseantes.
    
    Nos dimos un buen baño y, cuando estábamos tomando el sol, veo acercarse, también desnudo, al camarero de la noche anterior. ¡Dios mío, qué cuerpazo! Me quedé de piedra. Se acercó lentamente y cuando ya iba a pasar de largo, me dije, ¿a qué he venido?, así que me levanté, toqué su hombro y cuando se volvió le pregunté ¿No me conoces? Se me quedó mirando de arriba abajo, tuvo un instintivo movimiento de taparse, pero le parecería ridículo y sólo contestó ¿Claro, como no voy a conocerte? Pero no te esperaba aquí. ¿Te quieres sentar con nosotros?, pregunté aparentando la mayor inocencia posible, ¡Claro!, contestó.
    
    Y allí estaba yo tumbada entre dos hombres desnudos, ardiendo. Un cuerpo ya demasiado conocido y otro, bellísimo, por descubrir. Pero, ah, los hombres son imprevisibles, cuando yo creía que iba a comenzar un disimulado acercamiento, de pronto ...
«12»