1. Desnuda en la noche


    Fecha: 29/07/2020, Categorías: Confesiones Autor: Alvaro G. Suese, Fuente: CuentoRelatos

    La noche cuela, suave, sus aromas por la ventana entreabierta que deja penetrar una brisa salitrosa que evoca aquellos veranos de largas mañanas de playa e interminables noches de romance entre callejuelas con sabor a viejo.
    
    Fuera, las sombras, siguen esquivando las miradas de aquellos que desean descubrir sus secretos, sus misterios más impenetrables. La radio, compañera inseparable, invita a soñar mientras suena una canción que devuelve recuerdos de largos besos nacidos de sentimientos del alma.
    
    Tú, sola en tu habitación, te desnudas de tus ropas y dejas que tu cuerpo se impregne de los aromas de esta noche de mediados de verano. Tu imaginación vuela y corretea por los vericuetos de los sueños no alcanzados.
    
    La noche te acoge tibia bajo su manto y un sentimiento de inaudito placer te invade cuando la brisa, surgida de la mar, te acaricia besando cada rincón de tu cuerpo, penetrando en tus recónditos espacios y haciendo que tus deseos se disparen y sientas que el placer llama a tu puerta.
    
    Alguien, surgido de ninguna parte, se acerca sigiloso a tus espaldas y sus labios, húmedos y carnosos, comienzan a dibujar lujuriosas líneas en tu nuca que van, poco a poco, lentamente, empapando tu cuello. Cierras los ojos, una sensación de infinito placer se adueña de todo tu cuerpo que comienza a excitarse mientras las manos del ser invisible se apropian de tus pechos que acarician haciendo que tus pezones empiecen a erguirse. Las manos son las dueñas de toda tu desnudez; tu ...
    ... cuerpo se ofrece como un maravilloso fruto que va a ser degustado sin prisa, poseído salvajemente mientras la noche escruta, con sus negros ojos, la increíble escena cargada de sensualidad.
    
    Has regresado de tomar una copa. Antes, la conversación sugerente, plena de deseos inconfesables, había provocado en ti una sensación placentera a la que no supiste o no quisiste dar rienda suelta mientras el agua de tu ducha se deslizaba por tu cuerpo desnudo y ardoroso. Te miraste al espejo y la imagen que viste devuelta te agradó. Volviste a ver a una mujer sensual, deseable, atractiva, esa mujer que te gusta ser con tu tez y tu cuerpo bronceado por el sol mediterráneo.
    
    Sentiste un placer especial, mientras observabas a aquel desconocido sentado tan solo un par de mesas más allá de la tuya, sentiste que todo un universo de ocultos deseos hacían presa en ti. Lo miraste, de hecho te habías sentido atraída por él desde que cruzasteis la primera mirada. Después, cuando su mirada se confundió con la tuya, notaste como tu vello se electrizaba, se erizaba como si fueses una colegiala primeriza.
    
    Tú te habrías ido con él si te lo hubiese pedido, sin embargo tus amigas quisieron irse y no supiste darles respuesta. Quizás jamás lo vuelvas a ver o tal vez, mañana, regreses sola al mismo local o a la playa tratando de reencontrarle, tratando de mirarlo nuevamente a los ojos.
    
    Pero ahora, esta noche, estás de nuevo en tu habitación, en tu santuario personal y vuelves tu imaginación a las ...
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