1. Solitos en la casa


    Fecha: 05/07/2020, Categorías: Infidelidad Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Sus padres habían salido a comer con una pareja amiga, ya que era el aniversario de casados de ambos. Era momento de que los hijos asuman responsabilidades y se enfrenten a los eventuales peligros que puede haber en una casa.
    
    Hacía algo de frío. Pero las estufas eran tan suficientes que adentro se podía estar liviano de ropa. Lisandro estaba de remera preparando unos panchos con Fito Páez de fondo en la compu y los pensamientos desordenados por la edad y su desarrollo. Su hermana mellisa leía un libro en el sofá, apenas con un vestido suelto de entre casam con medias y una aparente fascinación por la aventura que le proponía el libro.
    
    De repente, afuera el aire templado, irresoluto y contaminado por algunas industrias no muy lejanas se convertía en ráfagas de viento. Las ventanas de la casa se golpeaban, los llamadores de ángeles presagiaban una tormenta atroz, la luz amenazaba con irse por un rato, los truenos hacían que vibren los pisos y los árboles se sacudían una vez más.
    
    Romina cerró el libro y se levantó a buscar unas velas. Pero no llegó a tiempo, porque luego de la estampida de un rayo ensordecedor la luz se fue hasta nuevo aviso.
    
    Lisandro apagó el fuego, se sentó al lado de su hermana en el sillón y le tomó la mano. Nunca había tenido esa reacción con ella, a pesar de que eran muy cariñosos entre sí. Le dijo que no tenga miedo y que, si la tormenta empeoraba irían a la pieza de sus padres, donde seguro hay velas a mano.
    
    Lisandro sabía que Romina le ...
    ... temía especialmente a las cosas que se oían en la casa cuando sus padres no estaban. Puertas que se abren solas, algunas voces, ciertas respiraciones o susurros, golpes tenues en la escalera de madera, algunas siluetas que se dejaban ver o algún grifo que rechinaba hasta dejar salir gotas de agua. Su mamá sabía cómo mantener en jacke a los duendesillos que siempre habitaron la vieja casona en la que antes vivieron sus abuelos.
    
    Pero ahora estaban solos, a oscuras, con un poco de hambre y a punto de entrar en un suspenso que ya comenzaba a asustarlos.
    
    En realidad, Romina se paralizó cuando el libro que leía cayó al suelo por el propio movimiento de ellos en el sillón. Nada grave. Pero esto, dentro del contexto que los rodeaba, fue el detonante para que Lisandro actúe.
    
    ¡vení, dame la mano y subamos a la pieza de los viejos!, le dijo, y subieron en silencio.
    
    En cuanto la puerta los separó del resto de la casa se sentaron en la cama, de la mano y expectantes. A Lisandro no se le ocurría nada para decir, y Romina tarareaba una canción indefinida.
    
    Todo hasta que, una sombra se proyectó en la pared, cerca de un perchero repleto de paraguas, bufandas, camperas y sueters. Para Romina se movió la cortina del ventanal, la sombra formaba una cara con dientes brillantes, y culpa de ese espectro seguro fue que uno de los paraguas se soltó del perchero.
    
    Ella entró en pánico, gritó, intentó que su hermano vea a través de sus ojos, tembló y sintió que en cualquier momento ...
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