1. Barra pan


    Fecha: 24/06/2020, Categorías: Anal Autor: Maria4manos, Fuente: CuentoRelatos

    Cada día bajo al súper a por el pan. Sobre la misma hora, al regreso del curro. Bajo despacio, disfrutando de la banal tarea de ir a por una barra de pan, pagar y subir a casa.
    
    Así que casi todos los días me cruzaba a las mismas personas. Madres que iban a por sus hijos a la parada del bus. La señora que sacaba al mastín de paseo. La gitana que pide en la puerta del súper. Los albañiles que iban a su hora del bocadillo….
    
    Un grupo de unos cinco jóvenes, fornidos y sudados. Despreocupados de la vida y relajados. Con sus fundas medio abiertas, la barba de varios días y el cuerpo cansado.
    
    Al cabo de un par de semanas me di cuenta de que uno de ellos me miraba insistentemente. Tanto que empecé a sentirme un tanto incómoda y rehuía su mirada.
    
    Al otro día me levanté guerrera y pensé “¿por qué huir? Hay que mirar de frente, ¡que no tenemos nada de lo que avergonzarnos!”, y así lo hice. Me sorprendió encontrarme una mirada frontal que me atravesó como si fuera transparente. Ni media sonrisa, sólo eso. ¿Cómo era posible que un chico tan joven pudiera ser tan intenso? Quizás el descaro de la juventud hiciera parte del trabajo, pero, aun así, no era insolencia…
    
    Era más cercano al deseo. Yo no solía recibir ese tipo de atenciones. Al día siguiente, decidí cambiar de acera. Ellos subían igual por su lado, y yo no pude evitar una furtiva ojeada, para comprobar que me seguía observando. Algo saltó en mi interior, lleno de júbilo y de ilusión, acallado por la ...
    ... vergüenza.
    
    Luego llegó el fin de semana, y con él el olvido.
    
    Realmente, el lunes me pillo totalmente de sorpresa. Cuando la fuerza de la rutina me hizo ir por donde siempre y me los encontré de nuevo subiendo hacia mí, me invadió el pánico. Divagué un segundo entre la trascendental diatriba de cruzar la calle huyendo despavorida, sin pasos de peatones ni lugares adecuados para ello, o permanecer impasible frente a las circunstancias.
    
    ¡Oh! ¡Por favor! A estas alturas de mi vida me iba a amedrentar por una mirada juvenil. Me armé de falso orgullo feminista y continué mi camino como si fuera la reina de los cinco continentes y ellos debieran rendirme pleitesía. El mentón bien alto, el paso firme pero lento, el pecho por delante, la mirada… la mirada nunca miente. Y le buscó como la dietista a la tarta de chocolate.
    
    Mi Dani es sumamente celoso, y tenía su imagen en la mente cuando recibí la correspondiente respuesta a mi atrevimiento. Se detuvo en seco con las manos en jarras, y me escaneó de arriba a abajo y en todo mi contorno, aprovechando el momento en que lo sobrepasé. Sin girarme a verlo, supe que me había seguido hasta el último movimiento de mi cuerpo, regodeándose en la circunstancia de su impunidad.
    
    Llegué al súper tan acalorada que me perdí buscando helado de chocolate entre los mostradores de frío. ¡Vaya! Si hasta me olvidé el pan. Mi cabeza no paraba de dar vueltas… era como si me hubiera contagiado de algo y tuviera fiebre. Mientras regresaba a casa me acosaban todo ...
«1234...»