1. Para que sientas lo que yo


    Fecha: 18/03/2020, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Sin preámbulos, iniciaré mi historia.
    
    Mi primera experiencia sexual fue a los 18 años, cuando un hermano de mi madre insistió en que era tiempo de "convertirme en hombre" y me llevó a un prostíbulo.
    
    La verdad, una experiencia francamente desastrosa, con una mujer que si bien era bastante guapa, sus modales no dejaban de ser los de una mujer vulgar.
    
    Sin más, ni más, ordenó que me desvistiera y enseguida puso manos a la obra: me mamó la verga que tardó en ponerse erecta con motivo de mi estado estupefacto, aunque no quedé mal.
    
    Cuando mi palo estaba tieso, se recostó de espaldas y me indicó que se lo metiera por su rendija bastante peluda y muy reseca, tanto que hubo necesidad de utilizar una crema que ella tenía a un lado de la cama, para poder penetrarla.
    
    Como yo batallaba para eyacular, me dijo que era un mañoso, pero ella sabía cómo sacarme la leche.
    
    Y lo hizo.
    
    Se volteó de espaldas a mi y, levantando la grupa, me enseñó el culo, ordenando que por allí se la metiera.
    
    Otra vez la crema y comenzar a bombear.
    
    Igual tardé bastante en acabar, pero así fue mi primera vez.
    
    Y parecía haber sido ésa mi maldición, pues mujer que aceptaba acompañarme a la cama, mujer a la que acababa dándole por el culo, pese a la resistencia de ellas.
    
    La mayoría de edad me llegó sin compromiso sentimental, pues mi idea era cogerme a cuanta mujer cruzara en mi camino, la mayoría, por el trasero.
    
    Así llegué a los 26 y así también me llegó Cristina, la mujer más ...
    ... guapa que haya llegado a mí, pero también la más difícil de conquistar.
    
    Los prolegómenos de mi convencimiento para llevarla al altar (teniendo como finalidad la cama, por supuesto) no tiene caso comentarlos, pero sí la luna de miel.
    
    Para no variar, el destino fue Acapulco y una "suite" en "Las Brisas", especial para recién casados.
    
    Fueron solo cuatro días, con sus noches, por supuesto, tiempo en el que apenas nos dimos tiempo para salir al restaurant a comer y a una tienda de souvenirs cercana al hotel.
    
    El tiempo completo lo dedicamos a cogernos.
    
    Y es que Cristina me salió brava para eso de estar empalada.
    
    Desde la misma tarde en que llegamos a la habitación, la que fue directo al grano fue ella. Ella me desvistió, ella me tumbó en la cama y ella comenzó las caricias previas a la primera cogida.
    
    Aunque debo aclarar que era virgen, como lo demostraron luego las sábanas ensangrentadas.
    
    No le importó que mi falo fuera de dimensiones no muy comunes (8.5 pulgadas), pues solo pujó a la primera embestida, pero luego no paró de pedir verga.
    
    Para el tercer día me hice a la idea de que, viendo lo caliente que era mi flamante esposita, en una de esas encamadas y luego de sus primeros tres orgasmos, la puse "de perrito", que es una de las posiciones que más le gusta (aunque su preferida es cuando ella me cabalga, ensartada en mi fierro) y, en lugar de meter mi verga por su vagina, la coloqué en la entrada de su culito.
    
    Grande fue mi sorpresa, pues se levantó ...
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