1. Hazlo. Saca lo peor de mí.


    Fecha: 06/02/2020, Categorías: Sexo Interracial Autor: sagesse, Fuente: RelatosEróticos

    - A mí no me engañas.
    
    - ¿Cómo? – dije yo.
    
    - Que a mí no me engañas. Deja ya de aparentar lo que no eres. No te pongas esos vestidos de princesa y esas sandalias tan bien cuidadas. Deja tanto perfume y cremas, y suéltate el pelo.
    
    - ¡Pero si lo llevo suelto!
    
    - Pero lo llevas arreglado.
    
    - Ven aquí.
    
    Y me fui. En el fondo quería acercarme a él. Quería irme con él, pero tenía miedo de lo que pudiera pasar. Desde el día que entré como voluntaria lo vi. Era difícil de no ver. Desde siempre me han gustado los negros. Son tan sensuales, tan fuertes por lo general, con un toque tan salvaje y un buen busto entre las piernas… Pero a mí siempre me habían tratado como una princesa. Una princesa que siempre huele a flores, que es dulce y sensible, y que se puede romper si le haces algo. Aunque simplemente aparento ser una chica dulce y sensible, que viste con vestidos y zapatos, realmente todas mis fantasías son salvajes y muy apasionadas. En el fondo siempre deseo que haya alguien capaz de no pensar que soy una simple señorita sensible, porque estoy segura de que soy algo más que eso.
    
    Y el parecía notarlo desde la primera vez que lo ví trabajar en los jardines, y que me presenté como nueva voluntaria para cuidar a niños enfermos. Sólo había que ver la mirada que me echó de arriba abajo mientras relamía sus labios. Nerviosa me puse, pero también sentí calor, deseo de que me cogiera y ahí mismo me desnudara y me hiciera todo lo que quisiera….
    
    Todas las mañanas pasaba ...
    ... delante de él y saludaba amistosamente. Él no solía saludarme. Yo a veces me enojaba con él, aunque él no lo supiera. Lo veía un grosero. Yo le saludaba simpáticamente y él ni un simple saludo me dedicaba, me ignoraba completamente. Pero esta vez no lo hizo y me asusté. Prefería que no me hubiera dicho nada. Una parte de mí se hubiera ido con él, pero la otra me decía que yo era una señorita y que a saber lo que iba a pasar si me iba con él.
    
    Tres días después tuve que ir al almacén. Los días anteriores me había negado a pasar nuevamente por el jardín, nerviosa después de esa conversación. Puse una excusa pero no me sirvió. Es más, me dijeron que tenía que pedir ayuda al jardinero para llevar unas cajas. Me acerqué hasta él medio temblando:
    
    - ¿Me ayudas con unas cajas?
    
    No me dijo nada pero me siguió. Cogimos las cajas y las llevamos.
    
    - Falta una caja – me dijo cuando llevamos todas y no había nadie.
    
    - No, no falta ninguna – le dije.
    
    - Si, falta una.
    
    - No la vi ¿Por qué no lo dijiste?
    
    - Porque no podíamos llevar más cajas.
    
    - Bien, vamos.
    
    La situación era incómoda. No sabía de qué hablar. No quería estar delante porque notaba su mirada posándose en mi trasero. Tampoco quería estar detrás porque veía su cuerpo y me ponía nerviosa. A su lado tampoco era buena idea porque de vez en cuando me rozaba con él. No sólo no sabía de qué hablar, tampoco sabía dónde ponerme.
    
    - ¿Dónde está? – dije cuando llegamos de nuevo al almacén.
    
    Y entonces comprendí la ...
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