1. Me llaman Cascabel (final)


    Fecha: 18/01/2020, Categorías: Sexo Oral Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    “Tiene que doler cuando entra en un agujerito tan chico”, me decía, pero con miedo y todo sentía unas ganas enormes de tener esa cosa dentro de mi culo. Sentía todo mi cuerpo ardiendo, como si tuviera fiebre, pero era deseo, un deseo sexual que me abrasaba entero, con las manos de tía Celia en mis nalgas y esa verga ya lista, bien parada, palpitante y reluciente de vaselina.
    
    -Bueno, Cascabel –me dijo el doctor. –preparate para comer… -y rió de una manera que me pareció deliciosamente perversa. Cuando rodeó el escritorio vi que se había quitado los zapatos, el pantalón y el calzoncillo. Ya a mis espaldas, junto a tía Celia, le dijo: -Ábrale las nalguitas, señora.
    
    -Con todo gusto, doctor… Mire que lindo agujerito tiene; rosadito y bien cerrado.
    
    -Ya se lo voy a abrir… -dijo el doctor y volvió a estremecerme con esa risita morbosa.
    
    Sentí las manos de tía Celia aferrando mis nalgas y abriéndolas. Después el contacto inicial de la cabeza de la verga con mi orificio anal y yo temblando de pies a cabeza mientras sentía que la verga presionaba para penetrarme. ¡Y me penetró! Primero unos centímetros… ¡Y qué dolor tan fuerte sentí! Tan fuerte que grité mientras el doctor me sujetaba con fuerza por las caderas y su verga avanzaba dentro de mi culito. Entonces, el alivio de percibir que ese dolor iba atenuándose y cuando sentí los huevos del doctor repiquetear contra mis nalgas ya el dolor había desaparecido y en cambio el placer era indescriptible. Esa verga avanzaba y ...
    ... retrocedía dentro de mi culo, a veces a un ritmo veloz y por momentos lentamente, deteniéndose en el fondo unos segundos para después retomar el ir y venir. Yo jadeaba presa de la más ardiente excitación y el doctor Iñíguez jadeaba también, roncamente, hasta que por fin sentí los varios chorros de leche caliente que inundaron mi culo mientras yo tenía mi pito totalmente erecto y me abrasaban las ganas de masturbarme.
    
    Después de unos segundos el doctor me ordenó que me arrodillara y le limpiara la pija. Lo miré, confundido en mi inexperiencia de novato mientras tía Celia, a mis espaldas, tomaba mi cara entre sus manos y la acercaba a la verga. Vi que pequeños restos de semen brillaban en el glande y entonces el doctor me aclaró: -Vamos, Cascabel, limpiá esa lechita con la lengua…
    
    -Sí, doctor… -dije y tomé su verga con una mano para cumplir con la orden. Eran apenas unos pocos restos, pero me encantó lamerlos y que el doctor gimiera de placer al contacto de mi lengua con su pija y que tía Celia me alentara con sus labios pegados a mi oreja: -Bien, Cascabel… Muy bien…
    
    Alrededor de media hora más tarde el doctor estaba listo para gozar nuevamente de mí y yo estaba deseando entregarme.
    
    -¿Sabés lo que quiero que hagas, Cascabel? –me preguntó el doctor sentado en un sillón tapizado de cuero negro mientras tía Celia me tenía en cuatro patas.
    
    -No… dígame, doctor…
    
    -Quiero que me la chupes, nene… -me dijo mientras sostenía su verga, que empezaba a pararse, con su mano ...
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