1. Como animales


    Fecha: 13/01/2020, Categorías: Zoofilia Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ella gemía y tiraba el torso hacia adelante para facilitarme tan dulce tarea. Sus manos, seguras de que no necesitaban guiarme, habían bajado hasta su vagina rozando mi pija de un modo que me hizo creer que enloquecería y se frotaba frenéticamente. Hundió primero un dedo, luego dos en la vagina. Percibí que su cuerpo entraba en tensión primero y se estremecía después, que vibraba, se retorcía de gozo mientras de su garganta surgía una suerte de aullido prolongado.
    
    Se deslizó de la silla al suelo y fue deslizándose hasta que su boca quedó a la altura de mi pene y la mía junto a su vagina.
    
    Con algo de sorpresa sentí cómo una de sus manos me palpaba los testículos de una manera embriagadora mientras la otra meneaba mi pija, que estaba cada vez más dura. Fueron, ambas, caricias increíblemente arrebatadoras a las que retribuí con ligeros lengüetazas en su concha, donde se unieron mi saliva con sus secreciones exquisitas, donde recorrí milímetro a milímetro esa carne sutil, húmeda, perfumada hasta que la punta de mi lengua tan inexperta entonces halló una protuberancia que me llamó la atención y comencé a rozarla con mucho cuidado. Sentí otra vez la inquietud que le recorría el cuerpo y sentí también como sus manos me acariciaban con más vehemencia. Mi pija ya estaba rígida, durísima y sus movimientos desde la punta al fin, rectilíneos a veces, girando otras, me transportaron a un placer que jamás había conocido, que ni siquiera creía que podría existir.
    
    Durante unos ...
    ... instantes mi legua y sus manos siguieron intercambiándonos deleite hasta que una corriente increíble de voluptuosa me recorrió la columna vertebral haciéndome estremecer todo el cuerpo y estalló en la punta de mi pene con una admirable cantidad de semen que se derramó sobre su cara, sus tetas, su cuello. Como a lo lejos, escuché, otra vez, sus gemidos mientras sus piernas me apretaban la cabeza para que siguiera mimándole aquella turgencia oculta.
    
    Cuando recuperó la respiración se limpió la cara y el cuello llevándose a la boca los restos abundantes de mi semen, chupándose los dedos uno a uno con un ronroneo lleno de gozo y luego repartió por todo el torso, el vientre y la vulva el que había quedado en sus tetas, no sin darme a probar a mí, que no tenía mal gusto, aunque era nada comparado con los jugos que sorbí de su preciosa concha.
    
    Quedamos los dos palpitantes y excitados, resoplando pero no cansados. En la posición en que estábamos –ella tendida de espaldas en el suelo, yo encima—menos de un minuto después ambos necesitábamos seguir con ese juego que yo no terminaba de conocer ni de disfrutar. Sus manos buscaron otra vez mi pene, que no tardó más de un instante en ponerse otra vez tieso, y lo llevaron a la boca. Primero me besó la punta, lamió el líquido que afloró de inmediato, lo tragó con un suspiro de satisfacción y luego lo metió hasta que sintió que le tocaba casi la garganta y comenzó a chupa.
    
    Yo no podía creer que tanto placer existiera y sentía que la pija ...
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