1. Cómo volver interesante una visita al banco


    Fecha: 10/01/2020, Categorías: Confesiones Autor: aliciawonders, Fuente: RelatosEróticos

    Era un lunes, 10:30 am. Había ido con mi novio al banco para realizar una transacción. Tenía algo de mal genio. El centro de la ciudad es tan estresante. Sol abrazador y smog, el olor de la gasolina producido por camiones que llevan gente con rostros aburridos por la rutina. Esa mañana fue bastante difícil conseguir lugar para aparcar el auto. Cuando al fin encontramos lugar, este quedaba a unos considerables metros del banco. No quedaba más que caminar, y yo con esos tacones, sólo me dispuse a ocupar una de las bancas milagrosamente vacía que pude hallar para descansar mientras mi novio hacía la fila para el trámite en cuestión. Me senté y crucé mis piernas, y así, no pasaron muchos segundos hasta comenzar a sentir el peso de las miradas que suelen descansar en algunos lugares del cuerpo. Es como si un sexto sentido se despertara, pues se sienten como caricias, unas veces duras, otras blandas, que recorren con lentitud. Otras son toscas y un poco fastidiosas, muchas veces estas vienen de ojos cargados de envidia, principalmente de algunas chicas inseguras con sus propias formas. Miradas como la de aquella chica morena, que apretaba el brazo de su compañero, quien a su vez me miraba con esos ojos que decían, “Quiero lamer esos muslos” Seguramente la de ella decía: “Eres una zorra”. Su sexto sentido se dio cuenta de las ideas que escapaban de su hombre, y por eso después de su intento de fulminarme con sus “poderes mentales” le dijo algo inaudible a su compañero, pero su ...
    ... cara reveló los celos y su pequeña venganza fue hundirle las uñas al brazo del pobre hombre que se limitaba a gesticular un “ouch!”
    
    Yo me divertía silenciosa, mirando esta representación teatral tan usual, pero tan juguetona que ocurre casi siempre cuando entro a un lugar de estos, en donde esos hombres no paran de buscar satisfacción ocular en medio del tedio del caos citadino. ¿Cómo yo me podría negar a darles ese descanso? Ese pequeño incentivo, en el que basta tan sólo mostrar un poco de tobillos, un destello de muslos ocultos por la falda corta.
    
    Ese día llevaba esa prenda un poco vaporosa, vestido que muestra un tanto la línea de mi escote, que recorre el abdomen, y que termina en la mitad de mis muslos. Y mis piernas las vestí con esas mallas negras que sólo dejan ver gotitas, pequeños puntos de piel, ventanitas romboides de pocos milímetros que atrapan la mirada, simplemente porque dejan la mayor parte a la imaginación traviesa de hombres cargados de tensión sexual. Y mis pies, zapatitos incomodos de tacón, que me susurran que la moda “no incomoda”, ¡vaya tierna mentirilla! Me la creo para darme el gusto de ser el foco de atención de ese público que es amante de las estrellas femeninas terrenales, un poco celestiales.
    
    Mientras deambulaba en mis reflexiones, no me había percatado de la cara de un señor un tanto mayor, de unos casi 60 años, que tenía expresión de sinvergüenza. Me miraba sin tapujos la pierna cruzada, y alternaba posando su visión libidinal en mis ...
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