1. El personal trainer (II): La lesión


    Fecha: 25/12/2019, Categorías: Lesbianas Autor: hectornieto, Fuente: CuentoRelatos

    ... lentamente me deshice de la toalla que cubría mi desnudez. Quede boca abajo ofreciendo mi culo a cualquiera que estuviera en la habitación. En este caso a la mirada de Alberto.
    
    "ya sabía que con mi rutina en un par de semanas ibas a estar mucho mejor pibe" comento Alberto al verme así.
    
    Me puse colorado, se me escapo una risita tímida. Y comenzó ese leve temblor del erotismo en mi.
    
    Comenzó el masaje, con sus aceites, por todo mi cuerpo, en mi espalda, en mis piernas comenzando desde abajo. Llega hasta la parte crítica, allí donde estaba la lesión. Justo abajo de mi nalga.
    
    Me pide que separe más mis piernas, yo accedo sin chistar. Y comienza a masajearme lentamente a milímetros de mis nalgas.
    
    Siento aceite caer en mis nalgas, y que se desliza por la gravedad hasta la línea que las une. Llegan las primeras gotas a mi ya húmedo ano y se me dilatan las pupilas, abro la boca instintivamente y levanto la mirada para divisar a través de los espejos que estaba haciéndome Alberto.
    
    Pude darme cuenta que Alberto se puso a horcajadas, y pude verme a mi levantando mi pequeña cola, como una puta.
    
    Sus manos tomaron al fin mis nalgas, las abría y cerraba con descaro, con la excusa de aliviar el dolor de mi lesión.
    
    En ese instante lo veo inclinar su cabeza, iba en una dirección firme y segura. Hacia mi culito.
    
    Al llegar a centímetros de mi cola morocha, húmeda y paradita, cierra los ojos y huele. Parecía embriagarse con lo que tenía a su merced.
    
    Abre los ojos, abre su boca, saca su lengua.
    
    Y comienza a saborear la raya de mi culo. Desde abajo hacia arriba. Muy lentamente. Solo su lengua caliente abriéndose paso entre mis nalgas.
    
    Llega hasta mi virgen ano y se detiene por un segundo. Prueba el sabor de lo que inevitablemente se iba a comer y sigue su marcha por la raya de mi culito. Hasta arriba.
    
    Alberto se recompone, me había emputecido y ya erguido con sus piernas una a cada lado de mi dice:
    
    "uffff pendejo".
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