1. Masajista maduro (el reencuentro)


    Fecha: 20/12/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Transcurridos dos días de nuestro encuentro recibí una llamada de mi masajista, quería volver a ver me y desesperado me invitaba a cenar esa misma noche. Estuvimos charlando un buen rato, detallando lo vivido y sentido durante nuestro encuentro. Sus palabras me encantaban, detallaba con detalles lo que sentía al recorrer con sus manos mi piel. Estaba perdido, ya que hasta por teléfono me ponía cachondo el muy cabrón, pero no estaba preparado para una cita y denegué la invitación. No quería que fuera una cita, me sentía mal por lo ocurrido y aunque tenía claro que quería volver a ver lo, tenía que ser de otra forma.
    
    Insistía en que fuera cuanto antes y al final quedamos para ver nos otra vez a finales de semana.
    
    La única condición que puse, fue que me diera cita como si me fuera a dar otro masaje. Así mi conciencia estaría más tranquila, al menos no me sentiría tan culpable. La semana transcurrió muy lenta, mi cabeza estaba en un solo sitio, la habitación de mi masajista. Por lo ocurrido allí y lo que me imaginaba que ocurriría. Solo pensar en el y me acuciaba una necesidad imperiosa de masturbarme. En la oficina, en casa, en el gym, me estaba volviendo loco, y lo peor era que me imaginaba que me follaba.
    
    Los días fueron pasando y mi desesperación por ver lo de nuevo aumentaba. Sufría insomnio, al pensar en nuestro encuentro. El único contacto que mantuvimos fueron algunos mensajes de móvil, en que me pedía adelantar el encuentro pero por motivos de agenda era ...
    ... imposible. Realmente, deseaba ver le cuanto antes y quitarme la obsesión de la cabeza.
    
    Por fin termino la semana, la cita del viernes tarde con el masajista estaba a punto de empezar y raudo y veloz me presente en su puerta.
    
    Nuestras miradas se cruzaron mientras nos saludábamos como dos buenos amigos, nuestras manos se juntaron para sellar el encuentro. Me invito a pasar de nuevo al cuarto de los masajes mientras por el pasillo intercambiábamos unas palabras.
    
    Ya en la habitación terminaron los actos protocolarios para hablar abiertamente de cómo había transcurrido la semana tras nuestro encuentro.
    
    Se intereso por mi estado, ya que al final salí de su consulta con más dolor de espalda del que había entrado.
    
    Hablamos y hablamos sin mediar ningún contacto físico, aunque la vedad era que lo estaba deseando desde que volví a entrar por la puerta.
    
    Empezaba a estar arto de tanta charla, no quería amistad ni nada parecido, quería sexo y más sexo y comencé a pensar que debía ser yo el que diera el primer paso.
    
    Fue a buscar unas bebidas y con mucha sangre fría decidí dar el paso.
    
    Aproveche el momento y comencé a quitarme la ropa, estaba tan nervioso que no atinaba a quitarme los pantalones sin perder el equilibrio. En ese momento entro el, sorprendido por mi aptitud me siguió el juego. Le pedí que me hiciera un reconocimiento de mi lesión. Se acerco con media sonrisa para ver mi espalda y se puso detrás.
    
    Temblaba como un cervatillo esperando el contacto de sus manos ...
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