1. Oliendo su pie en la biblioteca


    Fecha: 25/11/2019, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Este verano he estado en un pueblecito de Alicante. Aunque es pequeño tiene una biblioteca bastante poco frecuentada.
    
    Yo solía ir por las tardes ya que tiene wifi y así podía conectarme a internet. Siempre me ponía en una sala que quedaba separada de la entrada y donde nunca había nadie.
    
    Una tarde entró una chica de unos 25 años. Al parecer era nueva en el pueblo y estuvo hablando con la bibliotecaria. Por el acento era extranjera, inglesa me pareció. Vino a la sala donde yo estaba y se instaló en la mesa que yo ocupaba, ya que era la única mesa que había.
    
    Se sentó enfrente pero una silla más a la derecha, así que la tenía en diagonal. Lo primero que hice inmediatamente fue echar mi silla un poco hacia atrás para poderle ver los pies. Tal y como esperaba llevaba sandalias así que estuve unos segundos contemplando sus pies por debajo de la mesa. Como se puede deducir siento debilidad por los pies de las chicas, especialmente por su olor.
    
    Ella abrió su ordenador y se puso a trabajar. Yo ya no pude concentrarme más en mi trabajo y solo pensaba en esos pies que tenía tan cerca, pero ...
    ... a la vez tan lejos.
    
    Fingiendo leer un libro iba mirando hacia esas sandalias y examinando sus pies: el empeine, los dedos pintados... eran unos pies bastante bonitos, así que tenía que intentar algo para acercarme a ellos. Además, como ya era por la tarde seguro que tenían que estar sudados y con un olor excitante.
    
    Pasados unos minutos cruzó una pierna por encima de la otra con lo cual su pie quedaba lo más cerca posible ya que la mesa no era muy ancha. Era mi oportunidad. Cogí mi bolígrafo y jugueteé con él hasta que "casualmente" se cayó junto a sus pies.
    
    Ella seguía a lo suyo muy concentrada. Yo me levanté de la silla y me agaché debajo de la mesa para recoger el boli. De forma automática mi nariz se dirigió hacia ese pie. La puse justo a milímetros de sus dedos y olí profundamente. Como era de esperar olían a sudor. Me arriesgué a seguir oliendo el empeine e incluso rocé con mi lengua la uña de su dedo gordo.
    
    Ya no podía seguir más y tuve que levantarme. Ella seguía con su trabajo y no podía ni imaginar que ese desconocido que tenía enfrente se había excitado oliendo su pie. 
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