1. Gigoló y pintor


    Fecha: 09/11/2019, Categorías: Lesbianas Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    -¿Cuánto tiempo te podría llevar pintar la casa?
    
    Mirando para unas grietas que había en una pared, le respondí:
    
    -Quince o veinte días.
    
    -¿A cuánto?
    
    -A quinientas pesetas diarias.
    
    -Me parece bien.
    
    -¿Ya compraron la pintura, los tintes, la escayola y la lija?
    
    -Sí, cincuenta kilos de pintura, cinco de escayola, tintes y diez papeles de lija. ¿Llegarán?
    
    -Para empezar. Ya les diré cuanto más tienen que comprar.
    
    Las azules pupilas de la mujer se clavaron en el paquete de mi pantalón vaquero, y se clavaron con descaro, como queriendo adivinar el tamaño del miembro que se escondía bajo él. Barrunté que en esa casa iba a hacer algo más que pintar.
    
    -¿Cuándo vas a empezar, Quique?
    
    -Mañana, si les parece bien.
    
    -Parece.
    
    La que me ofreciera el trabajo era doña Fátima, la mujer de un ricachón, dueño de la mayoría de las tierras de la aldea a la que nos habíamos ido a vivir.
    
    Doña Fátima, era una mujer de cuarenta y pocos años, delgadita, con media melena de cabello negro rizado, con buenas tetas y buen culo. Era guapota, pero muy seria. Su marido, don Manuel, un cincuentón, que había quedado parapléjico cinco años atrás, debido a una coz que le diera en la espalda un caballo, sentado en una silla de ruedas, había escuchado lo que habláramos.
    
    Dos día después...
    
    En el trastero de la casa, donde estaban los materiales, me quité la ropa, calzoncillos incluidos... Yo a los 18 años medía 1m 75 cm, tenía el cabello largo y cuerpo de culturista... ...
    ... Era todo músculo. Iba a poner la funda blanca, dándole la espalda a la puerta, que estaba abierta, cuando oí la voz de doña Fátima.
    
    -Bonito culo.
    
    Lo tenía, tenía un culo redondo y prieto. Me di la vuelta y vieron mi cuerpo con la gruesa verga colgando. Doña Fátima y don Manuel, que estaba delante de ella sentado en la silla de ruedas, se quedaron mirándome. Les dije:
    
    -Debí cerrar la puerta para cambiarme.
    
    Doña Fátima, colorada como una adolescente, y mirando para mi verga, respondió:
    
    -Debiste.
    
    -¿Qué se les ofrece?
    
    -Queríamos ver como haces la mezcla.
    
    -Hasta mañana o pasado no la voy a hacer.
    
    Doña Fátima no quitaba los ojos de mi verga.
    
    -Vístete que me pone nerviosa ver esa cosa.
    
    No tuve más que poner la funda, ya que los tenis viejos no los había quitado. Doña Fátima y su marido se fueron.
    
    El primer día me dediqué a rascar y a escayolar donde estaban las paredes más deterioradas. Doña Fátima, cada media hora, me hacía una visita para ver si necesitaba algo. Llegué a la conclusión de que quien necesitaba algo era ella, y en una de las visitas, le pregunté:
    
    -¿Y usted no necesita nada?
    
    -¿Por qué me lo preguntas?
    
    -Por nada.
    
    -Se franco. ¿Por qué lo dices?
    
    -Sabe bien porque se lo digo.
    
    -Parece que quieres ganarte un dinero extra.
    
    Sus palabras me confirmaron lo que me imaginaba. Sabía a qué dedicaba mi tiempo libre.
    
    -¿Está dispuesta a pagarlo?
    
    -Lo consultaré con Manuel.
    
    -No tiene porque enterarse de nada de lo que ...
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