1. Siempre me calentaron los viejos (5)


    Fecha: 08/09/2017, Categorías: No Consentido Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... afloraban con fuerza, indetenibles, como si después de mucho tiempo hubieran roto el dique que los había contenido.
    
    Don Benito me levantó tomándome de un brazo y dijo mientras me sacaba de la cocina: -Basta de perder el tiempo y a darle polla, don Ernesto, que es lo que está queriendo este putito…
    
    Y en el cuarto de don Benito me dieron con todo, me usaron la boca y el culo, me cogieron con una violencia especial, me llenaron de leche, y cada tanto don Ernesto me humillaba obligándome a decir cosas como “soy una mascota”, “soy una mariquita hambrienta de vergas”, y yo lo decía mientras deseaba que aquello no terminara nunca. Terminó conmigo lleno de semen y con el ano ardiéndome un poco, de tan violentamente que usaron sus vergas. Mientras ellos, echados de espaldas en la cama trataban de normalizar sus respiraciones les pedí permiso para masturbarme, me lo concedieron y salí corriendo hacia el baño, donde vacié mis huevitos sentado en la bañera. Cuando acabé lamí y tragué todos los goterones de mi leche que había en el piso y volví al cuarto de don Benito con piernas ...
    ... vacilantes.
    
    Me tendí en la cama de espaldas junto cuando don Benito le preguntaba al visitante: -Oiga, donde Ernesto, ¿tiene usted mucama?
    
    -Tenía, amigo, porque acaba de mudarse a provincias con su marido…
    
    No hay problema, don Ernesto, a partir de ahora tendrá a Jorgito.
    
    -¿De veras, don Benito? Créame que me será muy útil.
    
    Hablaban de mí como si yo no estuviera y era lógico, porque yo no contaba.
    
    -¿Qué días lo quiere, donde Ernesto?
    
    -Bueno, Lidia venía miércoles y viernes dos horas.
    
    -Vale, miércoles y viernes Jorgito irá a su casa cuando salga de la escuela. ¿Has oído, niño?
    
    -Sí, sí don Benito. Los miércoles y viernes iré a casa de don Ernesto para ser su… su mucamita…
    
    -Muy bien, Jorgito, y ya sabés, al menor error o flojera, ¡una buena zurra! –me dijo don Ernesto y yo, en ese mismo momento, decidí que iba a cometer algún error o flojear para disfrutar de una buena zurra en las nalgas, algo que había empezado a desear desesperadamente. Me pregunté si me pegaría con las manos o con algún cinto y la duda me estremeció de pies a cabeza.
    
    (continuará) 
«12»