1. Un pervertido cuento de navidad (1 de 2)


    Fecha: 11/10/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: thescreamline, Fuente: CuentoRelatos

    ... living, por lo que la única iluminación con la que contábamos eran las múltiples luces navideñas repartidas por toda la habitación, decoración a cargo de mamá que se volvía loca por esas fechas.
    
    - ¿Tienes algún límite? - preguntó.
    
    - Ninguno - respondí.
    
    - ¿Seguro?
    
    - Completamente.
    
    - Bien - dijo, sin mostrar ninguna emoción. - Desnúdate.
    
    Obedecí. Era tal el poder que le había entregado, que ni siquiera me molestó que no estemos en mi habitación. Me saqué la ropa y la tiré en el piso.
    
    - Gira - me ordenó.
    
    Me di la vuelta, sintiéndome como una especie de ganado al que están evaluando cuánto vale en una carnicería. Pero mi nivel de ansiedad comenzaba a aumentar y mi nivel de excitación también.
    
    - Mis pies están cansados - indicó. - Me gustaría estirarlos.
    
    Lo miré sin comprender lo que me estaba pidiendo. Lanzó un suspiro de fastidio, como si yo fuera un tonto que no comprendía sus indicaciones.
    
    - Quiero que hagas de mesa, estúpido - indicó. - ¿Eres retrasado o qué?
    
    Corrí hacia sus pies y me tiré en el piso apoyado por mis rodillas y mis manos. El que me haya insultado, me encendió de una forma que nunca imaginé. Carlos apoyó sus piernas huesudas sobre mi espalda, como si yo fuera concretamente una mesa.
    
    - Arquea la espalda - me ordenó, con fastidio. - ¿Así te cogía mi amigo? Entiendo por qué te dejó.
    
    Fue una herida en mi ego. Pese a que ya había superado a Martín, me dolió esa burla. Pero al mismo tiempo, me volvió a encender que me ...
    ... humillara de aquella manera.
    
    - Nunca se quejó de cómo lo hacíamos - atiné a defenderme.
    
    - Contigo no se quejaba - se jactó. - A lo mejor después de que yo te entrene, puedes volver con él y hacerlo disfrutar del sexo. Tal vez así no te deje.
    
    Me quedé callado. Carlos entendió que me había fastidiado y lanzó una carcajada. Aquello no sólo era un juego físico, sino también mental. Quería humillarme de todas las formas posibles y yo estaba predispuesto a que lo hiciera.
    
    - No te enojes, no te enojes - me dijo. - Mira, ven aquí.
    
    Sacó sus piernas de mi espalda y vi que me hacía señas para que me aproxime hacia el sillón. Me incorporé pero quedé de rodillas. Cuando me acerqué hacia él, aproximó su rostro y entonces me escupió.
    
    Me quedé sorprendido pero más excitado que nunca. La saliva de Carlos estaba en mi ojo derecho y descendía hacia la mitad de mi cara, al borde de entrar en mi boca.
    
    - Escúchame bien - me dijo. - Quiero que quede algo en claro. Tú eres mi mascota, ¿lo entiendes? Mi juguete personal y tu única misión en tu vida va a ser complacerme, ¿está claro?
    
    - Sí, está claro - le dije.
    
    Me abofeteó.
    
    Lancé un pequeño alarido del dolor.
    
    - Amo - indicó, inmune a mi queja. - De ahora en más me vas a decir Amo. O Amo Carlos, que me gusta más. ¿Está claro?
    
    - Sí, Amo Carlos - respondí.
    
    Se rio sin sonido. Un escalofrío me recorría la espalda. Había firmado un contrato de ser sumiso de aquel hombre que, sin siquiera desnudarse todavía, me excitaba como ...
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