1. Sueños premonitorios


    Fecha: 01/10/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femmefatale, Fuente: RelatosEróticos

    No era la primera vez que Pedro me proponía algo así. Solemos jugar de vez en cuando, cuando podemos. Es lo que llamamos nuestras fiestas privadas. Pero ahora sentía cómo un nerviosismo creciente me recorría el cuerpo, las bragas de encaje negro que tanto le gustaban a él, se empezaban a humedecer por momentos debajo de la minifalda, sin embargo nada parecía ocurrir. Hacía ya varios minutos que Daniel se había marchado dejándome atada y con los ojos vendados, no podía oír nada, salvo la música chill-out que tanto nos gustaba poner en estas ocasiones.
    
    De pronto noté algo a mi espalda, me giré sobre mí misma sin poder bajar los brazos, que suspendían del techo dejándome un tanto indefensa, pero no acerté a percibir nada distinto. La situación me excitaba tanto como me inquietaba. ¿Dónde se había metido este tío? ¿A qué estaba jugando esta vez?
    
    Una mano acarició mi rodilla izquierda, una mano anónima, grande, ruda. Primero me sobresalté un poco, luego, a medida que la mano seguía jugando con la rodilla y los muslos, y aquello parecía inevitable, me fui relajando. Las manos comenzaron a acariciar mi culo por encima de la falda, eran unas manos gruesas, poderosas, pero no daban miedo. La verdad es que poco a poco la excitación inicial había ido creciendo. Fue entonces cuando un dedo pulgar se introdujo de golpe en mi boca entreabierta, sabía a dulce, era un aroma conocido, como de jabón de Yves Rocher. Comenzó a moverse dentro de mi boca, jugando con los dientes, mi ...
    ... lengua y mi paladar. El juego estaba bien, no me disgustaba, lancé un pequeño mordisco que animó a esos dedos a introducirse más adentro, mientras unos labios me susurraban al oído, “eres un plato exquisito”, “hoy vas a tocar el cielo”. Esas manos eran otras manos, y esos labios eran otros labios.
    
    Mientras, las manos gruesas del principio habían ganado terreno y exploraban debajo de la falda, de vez en cuando me tocaban la vulva. Ya estaba poniéndome cachonda y empezaba a querer algo más. Las manos cogieron la falda y de un fuerte tirón la bajaron hasta los tobillos, allí unas manos suaves, que jugaban con los dedos de mi pie izquierdo, la apartaron, alejándola, sin que supiera hacia donde. Las manos rudas estaban decididas a buscar mis tesoros más escondidos y seguían tocando, ya sin pudor alguno, mi coño, mis muslos, completamente humedecidos a medida que la lubricación se había hecho más que evidente, y mi ano que se cerraba de golpe cada vez que un dedo se le acercaba. Pedro nunca me había follado el culo. Las manos decidieron que mis bragas estaban sobrando y pidieron ayuda a otras manos para, entre las cuatro, dejar mi coño al descubierto, dispuesto a explorar nuevas sensaciones.
    
    Una boca ansiosa se metió de lleno en mis labios, se comió mi lengua, recorrió mis orejas, mi cuello y mi escote, buscando unos pechos que estaban enhiestos, con los pezones erguidos esperando a ser absorbidos por dos bocas que se entretenían en chupar, morder y volver a chupar. Fue entonces ...
«123»