1. La putísima madre (Capítulo 6)


    Fecha: 19/08/2019, Categorías: Incesto Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    La herencia
    
    Familiares, amigos y vecinos comenzaron a poblar lentamente la sala del velatorio. El suntuoso ataúd se fue rodeando de coronas pomposas, llantos desgarradores y ojos incrédulos: un hombre joven, lleno de vida, que acababa de recibir una herencia millonaria… ¿por qué querría matarse?
    
    Yo permanecía en un rincón, circunspecto, soportando secretamente sobre mi conciencia la culpa del fatal desenlace. Mi madre lloraba junto al cajón, en donde recibía el pésame de la concurrencia. Estaba hermosa con su vestidito negro bien ceñido al cuerpo y falda corta.
    
    Tras contemplar unos instantes su imponente figura, mi sentimiento de desconsuelo se transformó rápidamente en deseo irrefrenable. La pija se me puso como fierro por enésima vez. Quise cogerla ahí nomás, frente a mi padre muerto y a la familia que lo lloraba. ¿Qué llevaría puesto debajo de su vestido de luto? ¿Se habría dignado a respetar la memoria de mi padre la muy puta? Me dieron unas ganas terribles de averiguarlo.
    
    El momento indicado fue cuando ella abandonó momentáneamente la sala para dirigirse al baño. Yo salí raudo detrás de ella esquivando unos someros actos de consolación de mis tías. Entré al tocador tras sus pasos y cerré la puerta. Por fin quedamos solos. Ella me miró extrañada. Sin perder un segundo, la sujeté con cierta violencia y le levanté la falda hasta la cintura.
    
    —¡A ver qué tenés ahí, putita!
    
    Como era de esperarse, la desvergonzada viudita llevaba puesta una minúscula tanguita ...
    ... bien metida en el culo; era negra, eso sí, completando su enlutado vestuario. Sus redondos cachetes traseros lucían completamente al aire, devorando furiosos el brevísimo triangulito de tela casi invisible ante tanta carne de nalga.
    
    —¡Bebé! ¿Tan apurado estás por cobrar tu herencia? –me dijo la desfachatada viuda pasando del llanto a la risa en forma instantánea.
    
    Su cínica retórica me abrumó un poco, pero me excitó al máximo. Allí nos unimos con un besazo de lengua mientras yo le magreaba las nalgas como si se fuera a terminar el mundo en los siguientes minutos. Casi con desesperación, la incliné contra el lavabo, descendí hasta sus deliciosas nalgas y comencé a lamerlas tratando de abarcar la mayor cantidad posible de carne. Luego se las separé con mis manos y le desenterré la tirita trasera de su indecente braguita, la cual dejé trancada sobre uno de sus cachetes. Entonces procedí a meterle toda la lengua en el agujero del orto. Se la metí lo más profundo que pude. Mi cara prácticamente le comía el culo mientras mis manos se prendían como garras de sus fuertes glúteos. Ella se regocijaba de cara contra el espejo.
    
    —¡Ahhh! Comeme el culo, bebé, haceme lo que quieras. Hoy mismo te mudás a mi cama, vamos a coger día y noche –me decía mientras yo seguía chupándole el orto.
    
    En eso se oyeron pasos en el corredor exterior al baño. Así que desenganché mi lengua rápidamente y me escondí en uno de los cubículos individuales. Mi madre llegó a acomodarse su ropa justo antes ...
«1234...»