1. De tía con experiencia a esclava sexual


    Fecha: 17/08/2019, Categorías: Lesbianas Autor: Ulpidio_Vega, Fuente: CuentoRelatos

    Mi vida parecía haberse ordenado después del sexo con mi sobrino. La calentura me había bajado a niveles normales, nadie había notado mi aventura y había oportunidades de poder seguir saboreando las mieles de esa pija deliciosa y grande que hacía juego con ese cuerpo casi de modelo. A los 43 años cogerme algo así era la solución a todos los problemas, pero de a poco me fui dando cuenta que no era yo la que estaba al mando de la situación.
    
    Pasaron dos semanas desde que lo había desvirgado y yo estaba muchísimo más cachonda que antes. Las masturbaciones nocturnas se pusieron más intensas con el juguete. También me lo empecé a introducir en el culo imaginando su hermosa pija como una gran estaca clavándome toda. Hubo noches en que tuve que hacerme dos para tratar de relajarme, pero su miembro aparecía otra vez para volarme lo sesos.
    
    Me sentía más puta que nunca. Mi marido ya era un recuerdo lejano con el que hablábamos todos los días de las cosas cotidianas, pero con el que habíamos perdido la piel. A tal punto que el último fin de semana largo viajaron los chicos con mi concuñada al Sur para estar con él pero yo me quedé en Buenos Aires alegando algunos problemas domésticos que serían ideales de resolver sin los chicos en casa, como lavar las alfombras. A Carlos le pareció buenísima la idea, me dijo que era la mejor madre del mundo y que me amaba. Yo necesitaba una buena cogida. Estaba caliente, bellísima y no iba a resignarme a dejar el sexo por la familia, la plata o ...
    ... la distancia. Era tiempo perdido que sabemos, nunca se puede recuperar.
    
    Mi sobrino no me llamaba y eso me inquietaba más. Me empecé a sentir paranoica y tenía miedo de que el chico se hubiera arrepentido o le hubiese contado a alguien. Le mandé un mensaje el día de su cumpleaños, unos besos y unos corazones. Pero me respondió a los tres días con un gracias seco que me dejó helada. Me compré otro juguete en el sex shop, un poco más sofisticado que servía para la doble penetración. Otro de los déficits de mi matrimonio era el sexo anal, porque a mi marido “no lo calentaba tanto”. A mí me vuelve loca, me hace ver las estrellas, tengo orgasmos más estridentes y largos y quedo profundamente relajada. Éxtasis.
    
    Sin darme cuenta me había hecho adicta a la pornografía. Veía videos mientras me introducía el o los juguetes. En todos los casos deseaba que fuera la descomunal pija de mi sobrino la que me penetrara. Recordaba sus venas hinchadas y su grosor… con la mano apenas podía cubrirla entera. Pero lo más rico era su leche, para eso no había juguete que alcance. Como el pendejo no me llamaba me armé una cuenta en Tinder. Estaba tan caliente que hasta me llegué a pajear viendo fotos de perfiles. Buscaba pendejos, esa parecía ser mi nueva obsesión.
    
    Llegó el fin de semana largo. Me compré un chip en el kiosco para tener también una línea falsa en el caso de que alguno me quisiera contactar. Me explotó la cuenta, afortunadamente había millones de pendejos con ganas de cogerse a ...
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