1. Algo especial


    Fecha: 13/08/2019, Categorías: Erotismo y amor Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Este relato es ficticio, pero es inspirado en un hecho que tuvo lugar hace mucho tiempo.
    
    Eran las cinco de la tarde, Jesús estaba sentado en el sofá, leyendo. Era verano, hacía calor, pero no tanto como para tener el aire acondicionado puesto, así que la ventana del salón estaba abierta, la ventana que daba a la calle, con el aire que hacía era suficiente.
    
    Sonó el timbre, puntual, como siempre. Fue a abrir, con su pantalón corto y su camiseta. Sabía que en poco tiempo estaría desnudo, pero esa no era razón para no vestir correctamente.
    
    En la puerta estaba Eva, radiante, como siempre, con su pelo pelirrojo ondulado que le caía por los hombros, con un vestido rojo, fino y fresco, como era de esperar en el verano.
    
    - Pasa- le dijo- ¿quieres tomar algo?
    
    - No puedo- respondió Eva- tengo poco tiempo.
    
    Dejo el bolso y un par de cosas que llevaba sobre la mesilla, y pasó sus manos por los hombros, retiró los pequeños tirantes de sus hombros y su vestido cayó al suelo. Sin doblar las rodillas, recogió el vestido, lo pasó por debajo de sus piernas y lo puso en la mesilla también.
    
    Eva seguía de espaldas, a Jesús siempre le había gustado verla así, ver su espalda y como las pecas que la cubrían caían hacia el centro de su cuerpo, formando como una punta de flecha que apuntaba hacia el nacimiento de su culo.
    
    Y su culo, ese culo redondo, desnudo, y que sólo se veía un pequeño hilo de tela que salía de entre sus glúteos y se unía al que rodeaba sus caderas. No esperó ...
    ... la invitación, Jesús se acercó a Eva, mientras se quitaba la camiseta, y puso su pecho desnudo sobre la espalda.
    
    Las manos de Jesús acariciaban los brazos, cada vez más hacia abajo, hasta que llegó a sus manos, las agarró con fuerza, las soltó y puso las suyas en las caderas de Eva. Poco a poco volvieron a subir, recorriendo el hueco que dejan las caderas en la cintura, más hacia arriba, hasta llegar al nacimiento de sus pechos.
    
    Los redondos pechos de Eva siempre habían sido algo de admirar. Nunca usaba sujetador, sus pechos eran ni muy pequeños ni muy grandes, eran redondos y compactos, no habían sufrido las consecuencias de la gravedad. Jesús los acarició alrededor y con sus dedos buscó el pezón de ambos.
    
    Jesús acercó su boca al cuello de Eva, ésta giró su cabeza en contra de la dirección en la que estaba la boca, facilitándole la caricia y se dejó llevar. Llevó sus manos sobre las de Jesús, haciéndole tocarla de la manera a la que ella le gustaba, haciendo que se excitase más.
    
    Los cuerpos comenzaron a moverse, lentamente, como bailando a una música que sólo ellos podrían escuchar.
    
    Eva agarró una mano de Jesús, la cogió por entre los dedos, y fue deslizándola por su vientre, llegando a su entrepierna, al centro de su caminar, donde la dejó que siguiera sola. Jesús entendió el mensaje, siguió bajando la mano, pasó por la mitad de ese minúsculo triángulo de tela que era su tanga y encontró la humedad que le marcaba el camino.
    
    Jesús no lo dudó, pasó sus dedos ...
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