1. Boda


    Fecha: 15/06/2019, Categorías: Incesto Autor: Crusnik, Fuente: SexoSinTabues

    BODA Mi nombre es Viviana tengo 45 años y tengo dos hijos: Juanito de 19 e Inés de 24. Vivo con mi esposo. Soy una mujer de estatura normal, un poco gordita (aunque me considero de esas gorditas que ponen a los hombres, porque por donde paso siempre voltean a verme). Lo cual me pone cachonda, por la menopausia y mi esposo que hace tiempo no me toca. Todo andaba casi igual hasta que llegó el verano y los chicos pasarían las vacaciones a mi lado. Por el calor, mi hijo andaba en calzoncillos y mi hija usaba shortcitos ajustados y tops, lo cual hacía que mi sangre hirviera. Un día, la familia de mi esposo nos invitó a una boda en otro Estado. El viaje sería de varias horas en la van para llegar a la montaña, donde el ambiente era frío. Por lo que nos cambiaríamos llegando. Lo que no contábamos es que solo habría una habitación y el baño sería compartido. Al estar contra el tiempo no quedaba más remedio de cambiarnos sin lavarnos a la vista de toda mi familia. Mi hijo tenía un cuerpo firme, en comparación de su padre. Mi hija tenía las tetas más pequeñas que las mías, pero firmes que le daban una apariencia de tener los pezones erectos. No sé qué pasaba por la mente de los demás miembros de mi familia, pero me daba morbo la situación de estar en ropa interior y cambiarse a vista y paciencia de los demás miembros. Mi hijo no me quitaba la mirada aumentando mi morbo. Me puse mi vestido verde esmeralda, un poco más alto de la rodilla, tacos, algo de colonia para contrarrestar el ...
    ... sudor. Me vi al espejo y sonreí al ver a aquella mujer aún capaz de levantar miradas. Buena parte de la noche bailé con mi hijo, entre unos tragos más se sujetaba de mis caderas y de vez en cuando deslizaba mis manos por mi culo. Durante la fiesta había un ritual de amor eterno, donde se pedía a las parejas que llevaban varios años hacer un ritual para lograr la mayor felicidad y verter en el cuerpo de nuestra pareja unos aceites para sellar nuestra felicidad para siempre. Al transcurrir la noche mi esposo llevaría a su tía a su casa, quien desde muy chico cuidó de él. Mis hijos y yo iríamos en la Van turnándonos para conducir. Pasaron algunos kilómetros y la noche cerrada no nos dejó avanzar más. Detuve el coche a un lado del camino. Hacía frío, por lo que les dije a mis hijos que se junten conmigo para acomodarnos con el calor corporal. Sentir el olor y calor de ambos en un rico sándwich me ponía a mil. Mi cuerpo empezó a expedir un líquido color ámbar. Mi hijo no se resistió y empezó a lamer y morder despacio mi oreja. Toqueteaba mi cuerpo por encima del vestido. Mi cuerpo convulsionaba, mi respiración se agitaba. Sin embargo, mi hija no despertaba. Mi hijo seguía con sus instintos y yo lo dejaba. Hurgaba dentro de mi vestido metiendo sus dedos en mis bragas sintiéndolas mojadas. Colocó su pulgar en mi boca y no pude evitar lamerlo, haciendo círculos con mi lengua mientras se restregaba con mi culo. Eso me ponía a mil. En mi cabeza se cruzan toda clase de cosas, pero mi pelvis ...
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