1. Así nunca me folló su hijo


    Fecha: 15/06/2019, Categorías: Confesiones Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Federico, un viudo sesentón, iba paseando a su perro por el monte cuando vio a Angelita, arrodillada y bebiendo en un regato que bajaba del monte. Tenía el trasero en pompa, y le dijo.
    
    —Ese sí que es un culito diez, Angelita.
    
    La voz de Federico la sorprendió. Se puso de pie.
    
    —¡Qué susto me metió, suegro!
    
    Federico era un hombre de complexión fuerte, de estatura mediana, pelo cano y aún potable. Vio al lado de Angelita un saco mediado de piñas, y le dijo:
    
    — ¿Cómo andas hoy a las piñas? A las piñas se viene después de un día de viento.
    
    —Ya lo sé, pero me aburría en casa. ¿Qué decía de mi culo?
    
    —Que lo tienes bonito.
    
    Angelita se puso muy seria.
    
    —¡¿Es que no tiene vergüenza?!
    
    La miró, Angelita era una joven de 19 años, rubia, llevaba su largo cabello recogido en una trenza, lo que hacía resaltar su cara redondita y su largo cuello. Tenía los ojos castaños, las tetas medianas, y el cuerpo delgado. De los lóbulos de sus orejas colgaban dos aros de plata.
    
    Federico, le respondió:
    
    —La dejé en casa.
    
    Angelita apoyó la espalda a un eucalipto.
    
    —Ya veo, ya. Si se entera su hijo de que me tiró los tejos, se arma gorda.
    
    —Mi segundo nombre es Peligro.
    
    —¿Peligro? Viejo verde, diría yo.
    
    Angelita echó a andar, Federico le preguntó:
    
    —¿Quieres que te ayude a llenar el saco de piñas?
    
    —Ayude. —Angelita comenzó a flirtear con su suegro— ¿Y qué más?
    
    —¿Qué más, qué?
    
    —¿Qué más le gusta de mí?
    
    —Por gustar, de ti me gusta todo.
    
    —Sólo le ...
    ... falta decir que soy como un cerdo, que se pueden aprovechar de mi hasta los andares.
    
    —Y se podría.
    
    Lo miró y parecía enfadada.
    
    —¡¿Me acaba de llamar cerda?!
    
    —Lo del cerdo lo dijiste tú, pero ya que te pones alta, te lo diré: Me gustas tanto que te echaría un polvo que te dejaría los ojos en blanco.
    
    —Sueñe. Yo no soy como mi amiga Pilarita.
    
    —¡¿Te contó lo del pajar?!
    
    —Sí.
    
    —¿Te contó también que yo estaba dormido cuando me cogió la polla?
    
    —No.
    
    —Lo que me contó fue unas cosas de usted que me cuesta creer.
    
    —¿Qué cosas?
    
    —Cosas.
    
    —¿Son cosas que le hice?
    
    —Sí. ¿Es verdad que le hizo cosas sucias?
    
    —¿Te dijo que me mamó la polla y que yo le comí las tetas, el culo y el chocho?
    
    —¡¿Le comió la almeja?!
    
    —Claro. Le comí el coño y se corrió en mi boca. En un buen polvo debe haber de todo. ¿Mi hijo no te come el coño?
    
    Angelita no salía de su asombro.
    
    —¡No!
    
    —Entonces es un idiota. Un coñito tan fresco como el tuyo se debe saborear.
    
    —¡Lo que es su hijo es un señor!
    
    —Lo que es mi hijo es un tonto del culo. No hay nada más rico que beber el jugo de la corrida de una mujer, y si es jovencita, eso ya es una delicia.
    
    Angelita se agachó para coger una piña, giró la cabeza y vio para donde estaba mirando su suegro. Se incorporó. Metió la piña en el saco, y le preguntó:
    
    —¿Me estaba mirando para el culo?
    
    —Sí, ya te dije que lo tenías muy bonito.
    
    —¡Váyase!
    
    —Me voy, pero antes dime. ¿Qué te dijo Pilarita que le hice que te ...
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