1. El síndrome del oso panda (7)


    Fecha: 07/05/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Vero_y_Dany, Fuente: xHamster

    17La piscina de Jorge y Sandra (Dany)No llegamos a las doce, sino una hora antes. No sabíamos cuánto tiempo podía durar el viaje un sábado por la mañana, por lo que salimos con mucha anticipación.Apreté el botón del interfono, confiando en no sacarles de la cama, y tras unos segundos, la voz de Jorge me dijo que metiera el auto en su garaje, cuya puerta comenzó a abrirse. Vi que salía a nuestro encuentro desde la puerta principal, vestido con un escueto bañador. A Sandra no se la veía por parte alguna.Ella estaba en la cocina, recogiendo la loza del desayuno. Cuando le eché la vista encima, se me cayeron los palos del sombrajo. Y no era para menos: por la parte superior una, llamémosle camiseta, sujeta con dos cintitas en los hombros, que dejaba al aire más de la mitad de sus generosos pechos. Por debajo, la más mínima versión de pantaloncito corto (cortísimo) que se introducía sugerentemente en la abertura de su vulva, marcando los protuberantes labios mayores. Se me secó la boca, y noté el principio de una erección.«Y esto no es más que el principio, —me dije con un estremecimiento»Tras los saludos y besos de rigor, nos enseñaron la nueva piscina. Su casa, tal y como nosotros la conocíamos, tenía en una esquina un entrante, de unos 150 metros cuadrados, que en su día habían sembrado de césped. La adición de un muro conformó una especie de amplia habitación cerrada por tres lados, con el cuarto que podía abrirse al jardín, (en ese momento estaba cerrado) pero formado por ...
    ... puertas correderas enteramente de vidrio, («para poder usarla también en invierno» —dijo Jorge—) El techo estaba compuesto por algo como una pirámide de cristal o plástico opaco, que daba claridad y calor al espacio. Finalmente, el recinto tenía acceso desde la casa, sin necesidad de salir al exterior.Dentro, una pileta de unas dimensiones aproximadas de 12x5 metros —calculé—, de agua límpida y cristalina, aún dejaba espacio para un minúsculo jardín de plantas de interior, junto a la puerta de comunicación con la casa, y una pequeña zona libre, en la que había varias tumbonas.—¿Y no habría sido mejor hacerla al aire libre? —estaba preguntando mi mujer a Jorge, que la tenía enlazada por la cintura, (cosa habitual en él, lo hacía con todas las mujeres)—Bueno, —respondió el hombre— no es solo que podemos utilizarla también en invierno, porque instalé calefactores para el agua; además, se ensucia menos, y lo mejor es… —Acercó la boca al oído de Vero, aunque pude escuchar el resto— que Sandra y yo solemos bañarnos desnudos. No tienes más que cerrar la cristalera, y la intimidad está asegurada.—¿Y no teméis que alguien os vea? —preguntó Vero, que estaba mirando aprensivamente en dirección a la casa contigua, de la que nos separaban menos de treinta metros.—Bueno, sí y no, ¡jajajaja! —rió Sandra—. En principio no me importa mostrarme desnuda entre gente que también lo esté, es más, diré que en el fondo me gusta exhibirme sin ropa. Otra cosa es imaginarme al rijoso de turno espiándome ...
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