1. El Clan del placer cap 2


    Fecha: 29/04/2019, Categorías: Incesto Autor: Crystal69, Fuente: SexoSinTabues

    —¿Qué esperan? Desnúdense ya —exigió mamá, una vez llegamos a las puertas del templo de Erina. Aquél era un sitio sagrado, y para acceder necesitábamos hacerlo como la diosa nos había traído al mundo. Lentamente, mamá se bajó la falda de cuero y se deshizo de la blusa de seda. Sus turgentes senos de pezones marrones se bambolearon alegremente. Pese a su edad, poco mas allá de treinta años, su madurez era un sinónimo de belleza. El coño, al igual que el de todas las mujeres del clan, lo llevaba sin una brizna de vello, y sus fuertes muslos lucían tatuajes rúnicos que evidenciaban su posición como fémina máster: una mujer que había cumplido con la orden de compartir su vida con tres hombres y haber engendrado un hijo con cada uno. Mis hermanas y yo nos quitamos toda la ropa. Emelia no perdió tiempo de burlarse del escaso pecho de Jeneh. Nuestra hermana menor no se dejó, y atacó diciendo que al menos ella no tenía una fea cicatriz en la espalda. Emelia enrojeció de la vergüenza, y sin decir nada, cruzó el umbral del templo, cercado por una cortina de agua fría y cristalina que caía día y noche, y cuyo propósito era limpiar las impurezas de aquellos que ponían un pie dentro del santuario. —Ustedes nunca dejarán de pelear —se lamentó mamá con los ojos en blanco. Empapadas y con un poco de frío, las tres entramos al sacro yacimiento de la matriarca. Dos hileras de columnas altas, adornadas con pinturas que mostraban actos de hermosa sexualidad sostenían un techo abovedado, del ...
    ... cual pendían sarcófagos atados por cadenas, y que encerraban a las antiguas matriarcas y patriarcas que habían dirigido el Clan de la Noche a lo largo del medio milenio de su fundación por la enviada de la Diosa. Flotaba un aroma exótico que penetraba en nuestras fosas nasales y activaba zonas erógenas de nuestra psique. Jeneh, al ser la menor de las hermanas, no estaba acostumbrada a la influencia de tales sustancias y se sonrojó; me bastó una mirada para saber que su mente divagaba hacia imágenes de ella entregándose en los muchos rituales que le esperaban. Incluso yo me sentí de la misma forma: excitada, caliente y con ganas de meterme algo por cada agujero de mi cuerpo. Sólo mamá y Emelia permanecieron imperturbables, caminando a la par con pasos decididos y sus maravillosas nalgas sacudiéndose con firmeza. No demostraban excitación alguna, o puede que los estimulantes ya no fueran efectivos en ellas debido a sus amplias trayectorias en las artes amatorias. Otras mujeres de todas las edades estaban reunidas alrededor del alto trono de la matriarca. El mar de cuerpos nos aplastó a mí y a Jeneh entre grandes pechos, puntiagudos pezones y cabelleras negras y lanudas que caracterizaban a las hembras de nuestro clan. Nos abrimos paso como pudimos, pasando incluso entre las piernas de algunas muchachas y buscando un sitio cercano a nuestra máxima líder. —De rodillas, hijas mías —dijo la matriarca, y al instante, las doscientas mujeres se arrodillaron y bajaron las cabezas. Sólo ...
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