1. Las ventajas de ir a casa en bus


    Fecha: 25/04/2019, Categorías: Hetero Autor: carihuevina, Fuente: CuentoRelatos

    Es viernes, tras una dura semana de exámenes toca volver a casa. El viaje no es muy largo, pero las dos horas que dura dan para recrearse de múltiples formas, leyendo, escuchando música, escribiendo… o como la moda manda ahora, ‘whatsappeando’.
    
    Yo aprovechaba estos ratos para ponerme al día con los podcasts de esa semana. Tras media hora de viaje ya tenía terminado el único que me faltaba. Leer no me apetecía, el libro de cabecera no era del todo de mi gusto. Por lo tanto, me decanté por escribir un poco. Hacía unos días que tenía empezado un relato sobre una fantasía que me gustaría cumplir. El relato estaba bastante avanzado. Una relectura para retomar el ambiente y de nuevo la imaginación volaba. No podía evitar sonreír y suspirar de vez en cuando imaginándome en cada situación de aquellas que describía.
    
    Cuanto más escribía más me excitaba, pero dadas las circunstancias era impensable satisfacer aquella imperiosa necesidad. Únicamente faltaba encontrar el final apropiado. Pronto creí dar con él. Al terminar de escribir la última palabra miré el reloj, faltaba una hora más de viaje. No sabía si cerrar los ojos y descansar… Guardé el bolígrafo. Cuando iba a cerrar la libreta la mano de mi acompañante me paró. Resultó que a medida que yo escribía él iba leyendo y le gustaba lo que leía. Por un momento me quedé sin saber qué hacer, pero dejé que lo terminase. En una hora me iba y jamás lo vería, asique la vergüenza no era problema. Sorprendiéndome aún más, se inclinó ...
    ... hacia mí y muy bajito me pidió que le susurrase el relato al oído. Nunca me gustó estar presente cuando alguien lee lo que escribo, pero aquella mano contundente apretando mi pierna, me obligó a hacerlo. Sentía un sentimiento de obligación placentera, la verdad.
    
    Me dispuse en mi asiento, arrimándome todo lo posible a él. Aproveché el momento para echar un vistazo alrededor y controlar quién o quienes podían escucharnos. Con toda la gente controlada apoyé la libreta en el regazo, lo que me servía para tapar lo que la falda dejaba entrever, y comencé a relatar. El cariz de la historia lo pedía. Pedía que fuese un relato lento, suave, como un susurro. Agradecía ese matiz puesto que me otorgaba toda o casi toda la intimidad que quería. A medida que avanzaba en la lectura más excitaba me encontraba. Me revolvía en el asiento mientras ponía ojitos lascivos. Él tenía los ojos cerrados. Volví a echar un vistazo alrededor para volver a cerciorarme de que nadie se fijaba en nosotros. Aproveché para posar los ojos en su pantalón. O muy engañada estaba o el relato estaba surgiendo el efecto deseado, ¡y de qué manera!
    
    Abrí la libreta para que abarcase más espacio y me tapase más. Comencé a rozarme, pero sin llegar a tocarme, solo me dejaba hacerlo a través del tanga. Que la lectura se entrecortase por momentos a la par que mi respiración cada vez fuese más agitada ayudó a levantar sospechas. Él abrió los ojos y me miró con cara de sorpresa. No esperaba que reaccionase así. Se quedó ...
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