1. Academia de Prostitución Gay (reeditado)


    Fecha: 18/08/2017, Categorías: Gays Autor: gecio, Fuente: SexoSinTabues

    ... de caballo?, se preguntó asombrado Miguel. ¡Apúrense, carajo! Volvió a gritar el Doberman-. ¡No parecen putos sino señoritas! Miguel terminó de meter su ropa en el saco y le hizo un nudo. Miró a su alrededor. ¡Qué tal manada de machos espléndidos! Se dijo a sí mismo. ¡Mercancía de primera para el negocio del sexo!. Pronto todos estuvieron completamente desnudos. Todos menos el Doberman y sus asistentes. El Doberman vestía completamente de cuero negro. Llevaba la casaca abierta mostrando el musculoso pecho cubierto de vello y los pantalones ajustados marcando un descomunal paquete. Los asistentes solo llevaban unos pequeños taparrabos triangulares que casi no les podían cubrirlos cojones y las enormes vergas. ¡Activos a la izquierda y pasivos a la derecha! - gritó el Doberman. Los postulantes se desplazaron desordenadamente por todo el recinto. Miguel se abrió paso por entre los cuerpos desnudos moviéndose hacia la izquierda. Había un gran nerviosismo en el ambiente. Todos, sabían que el cupo era sólo para cincuenta activos y cincuenta pasivos y se observaban unos a otros tratando de medir sus posibilidades. Algunos hacían ejercicios para marcar mejor los músculos de sus cuerpos. El Doberman iba de postulante en postulante. Huele como un animal, pensó Miguel cuando se le acercó. Sintió que sus, manos le jalaban los hombros hacia atrás. Uno de los asistentes le dibujó el número 34 sobre el pecho con un marcador de tinta indeleble. Otro de los asistentes se llevó el saco de ...
    ... yute con sus pertenencias. ¡El siguiente!- gritó el Doberman. Dos cuerpos enormes se plantaron ante él. Eran dos hermanos gemelos, idénticos como dos gotas de agua. Tenían unas musculaturas espectaculares. Los pectorales, bíceps, tríceps, abdominales, glúteos, muslos y pantorrillas se les marcaban de manera formidable con cada uno de los movimientos que hacían. Tenían las espaldas muy anchas y las caderas estrechas. Las piernas parecían columnas capaces de sostener edificios enteros. Miguel calculó que debían medir alrededor de un metro noventa. El vello que les cubría las piernas y el pecho era tan negro y abundante que el Doberman tuvo que dibujarles los números en las espaldas. Tenían la piel trigueña y los ojos verdes. La expresión de los rostros era tosca, incluso agresiva. Hablaban con un fuerte acento caribeño entre ellos y mientras lo hacían se tocaban y acariciaban el uno al otro con la mayor naturalidad. Tenían un par de vergas espectaculares, enormes, idénticas. Aun estando flácidas se veían inmensas, largas, gruesas, con unas cabezas brillantes y poderosas. Los cojones también colgaban de manera descomunal, creando un conjunto que era todo un alarde de poder y de belleza. Y además en partida doble. Miguel estaba hipnotizado con la imagen. No les podía sacar los ojos de encima. Los gemelos se percataron de la de la manera en que estaban siendo observados y comenzaron a mirar a Miguel ellos también. Uno le dijo algo al oído al otro. Miguel notó que le miraban el culo. ...
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