1. Tren


    Fecha: 29/01/2019, Categorías: Anal Autor: arafel, Fuente: CuentoRelatos

    El tren era largo. Eso fue lo que pensé mientras caminábamos por el andén hacia el vagón cama. O por lo menos a mí me lo pareció. No estoy acostumbrado a ir en un tren que no sea un Ave así que no puedo juzgar si la longitud era la estándar. El olor del gasóleo, el olor de las personas a las que adelantábamos y esa mezcla de aromas de comida y orina resultaban deprimentes.
    
    Mi jefe, que iba delante de mi tirando de su pequeña maleta, se giró durante un instante para mirarme y sonreír con sorna. Sí, me conocía bien. Llevaba trabajando para él, unos cinco meses, y ya habíamos llegado a ese punto donde gran parte de la conversación se compone de gestos y silencios. En avión sin problema. Incluso el alquiler de un coche y las seis horas de conducción serían pasables. Yo soy de los que pisan, a lo mejor lo conseguía en cinco y media. Las nueve de regreso a Madrid en tren se me antojaban eternas. Pero nos habíamos entretenido demasiado en la obra que estábamos visitando. El capataz había tomado algunas decisiones malas. Bueno...más que malas, caras. Y mi jefe, que era el arquitecto encargado, se había encontrado con más problemas de los inicialmente esperados. Y así, nuestro vuelo de las seis se convirtió en nuestro tren de las diez.
    
    Pasamos al que supuse sería el revisor, un hombretón de unos dos metros que le explicaba a una señora que no, que, aunque los coches-cama fueran vacíos ella no podría alojarse en ellos si no tenía billete. “Están reservados,” decía mientras ...
    ... sus ojos nos seguían sin pestañear. “Se subirán más pasajeros en la siguiente parada.”
    
    Nosotros estábamos en primera. Era un camarote con dos asientos enfrentados y un aseo con ducha. La ducha fue una sorpresa, no sabía que los trenes podían tenerlas. Las literas seguían plegadas en la pared y las cortinas abiertas de la ventana mostraban a los que todavía estaban fuera del coche. Fumadores, casi todos.
    
    “Colócalo todo y llama a Enrique. Dile que mañana llegaremos sobre las diez”, me dijo mi jefe antes de irse al vagón restaurante.
    
    Guardé las maletas, coloqué los neceseres en el baño y finalmente abrí una de las camas litera. No sabía si eso era algo que hacía el personal del tren y tampoco quería volver y encontrarme con las dos literas abiertas.
    
    La sacudida del tren poniéndose en marcha me cogió en medio de la conversación con Enrique. Era el antiguo socio de mi jefe con el que habíamos hecho un trío hacía unas semanas. Un hombre al que le encantaba jugar con dildo, a cada cual más grande. Se mostró encantado ante nuestra próxima visita. No, no había problema por llegar una hora más tarde de lo previsto. Hasta me habló de un local que le habían encomendado y para el que necesitaría un interiorista. “Un trabajo perfecto para ti, ya verás.” Ya podía imaginarme tanto el local como los trabajos. Siempre acababan siendo tremendamente completos, en todos los aspectos imaginables.
    
    El restaurante resultó ser un lugar sorprendentemente acogedor, con mesas con manteles ...
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