1. De buenos vecinos


    Fecha: 20/11/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Geronimo68, Fuente: CuentoRelatos

    ... oferta de aquella concha que se ofrecía tentadora. La besé como si besara otra boca, para hacer luego deslizar mi lengua a lo largo de la cerrada raja, e ir abriéndola de a poco.
    
    Ella gimió y otra vez pidió: -Cógeme! Seguí jugando con mi lengua a lo largo de la abertura que ya empezaba a humedecerse mucho más. Arriba y abajo mi lengua se extasiaba probando los deliciosos néctares vaginales. Ella se ponía como loca y ondulaba su cuerpo mientras rebufaba ansiosamente. Tras varios minutos de juego, hice enroscar mi legua en su clítoris para masajearlo con ella. Ya su calentura iba en extremo. Aprisioné su rosado botoncito para estirarlo lentamente y chuparlo.
    
    No duró mucho hasta explotar en un furioso orgasmo, derramando más y más jugos en mi boca. Su calma duró apenas segundos hasta que volvió a contonearse. Seguía caliente. Acerqué mi boca a su ojete para descargar sus propios jugos mezclados con mi saliva. Ese ano pequeño y apretado fue a continuación objeto de mis lengüetazos y lamidas. La lengua se le iba de a poquito queriendo introducir y eso la hizo casi bramar de lujuria. Aquel culito era una delicia!
    
    Recién entonces me incorporé para liberar mi miembro endurecido y preso aún. Sosteniéndolo con firmeza entré a frotarlo en la entrada de su concha viscosa. –Cógeme… métemela! Murmuraba mi vecinita. De pronto me detuve y con la misma firmeza dejé mi verga apuntando al centro de su sexo, con la cabeza apenas metida ...
    ... entre sus labios vaginales. Ella entendió el mensaje, se acomodó un poco y luego se lanzó hacia atrás para ensartarse ella misma. Cual un sable en su ajustada vaina, mi poronga penetró las deliciosas carnes. Por poco no acabé ahí mismo, pero me contuve para gozarla lo más que pudiera. El vaivén se hizo frenético. Ella no pedía clemencia y yo la clavaba sin piedad en un entra y sale desaforado. En breve llegó a otro orgasmo mientras yo me aguantaba para no soltarle mi leche.
    
    Se dejó caer sobre la cama y estiró sus piernas. La vista de aquellas gloriosas nalgas me deleitaba en extremo. No le di descanso. Separé esos panes de carne en busca del agujerito apretado y entré a lamerlo intentando penétralo con la lengua, mientras con un dedo hurgaba en su cajeta. Así, la calma que medio le habían traído los dos orgasmos la fue abandonando. Otra vez y yo seguía entusiasmado con su culo y frotándole el clítoris. Arqueó la cintura para levantar la cola y facilitarme la tarea de explorarle el ano. Sin preámbulos le apoyé la verga en el ojete y fui adentro. Apenas un par de movimientos y exploté en un lechazo interminable!
    
    Acomodé mis ropas y salí de la habitación. Sentado en el comedor estaba el joven esposo, arrumbado en la mesa y medio dormido. Se sobresaltó al oír mis pasos. Le extendí la mano, chocamos puños y me dijo: Gracias!
    
    Lo saludé con la mano al alejarme y regresé a casa para tirarme a dormir una placentera siesta!
    
    Gero 
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