1. La desconocida


    Fecha: 24/04/2024, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Carmen Van Der Does, Fuente: CuentoRelatos

    —¿Te gustan los hombres?, —fue lo primero que aquella desconocida le preguntó.
    
    Juan parpadeó confundido sin comprender a qué venía todo aquel circo. Se había despertado con una horrible resaca, con la cabeza martilleándole como si estuvieran tallando piedra en su cerebro y tenía la garganta tan seca que tragar saliva era como tragar arena. Lo peor no era el dolor pulsante en la cabeza, descubrió enseguida que se encontraba atado, atado a una columna en aquella habitación, y su captora era una hermosa mujer envuelta en una túnica de seda roja tan fina que incluso con la poca luz que había, podía ver bajo la tela las curvas de su atractivo y desnudo cuerpo.
    
    El último recuerdo que podía tener era uno en el que se encontraba tumbado entre las sábanas de la cama aspirando el olor de su mujer. Se reía por algo, con esa sonrisa tan dulce y pícara en la que se le forman unos hoyuelos en las mejillas. Bebía con pequeños sorbos un poco de vino en una copa. Tenía los pómulos sonrosados, los hombros desnudos y el pelo despeinado. Juan era incapaz de mirarla sin estremecerse
    
    —¿Quién eres?, —preguntó Juan.
    
    No dejó traslucir ninguna emoción. Ni miedo, ni pánico, ni vacilación. No se sentía intimidado por estar atado y desnudo frente a otra mujer.
    
    —¡Mmmm!, no importa si te gustan los hombres, —continuó la desconocida ignorando su pregunta. —Tranquilo, puede ser natural. Tanto tiempo en la empresa, reuniones, viajes, estrés, la soledad de los hoteles... La carne es débil ...
    ... y la carne de un tío, es mucho más débil que la nuestra.
    
    Juan miró a la desconocida con desidia. Todo lo que ella podía hacer era soltarle esa palabrería. Se limitó a bajar la cabeza y a cerrar los ojos. Que hablara lo que quisiera, no le importaba lo que le dijera. Los seis últimos meses había estado sometido a mucha presión después de la fusión de la empresa con una multinacional alemana. Sencillamente no estaba para chorradas.
    
    —¿Te gustan los tíos Juan?, –volvió a preguntar aquella mujer.
    
    —Que te jodan, –masculló molesto.
    
    —¿Que me jodan?, ¿de verdad que piensas eso?, –dijo ella con una risa burlona
    
    —Paso de ti, que te den, – dijo y ya dispuesto a no volver a abrir la boca.
    
    —¿Cómo está María José? –quiso saber la desconocida.
    
    Todos los hombres tienen un punto débil, algo que les hace vulnerables. Juan no tenía ninguno, físicamente no había nada que reprocharle. Pero por otro lado, era cabeza de familia, su hija de once años, su mujer...
    
    María José se tenía por una mujer dulce y bastante atractiva. Había manejado un negocio propio durante años, aunque luego tuviera que cerrarlo por la crisis. Deportista, activa, y a sus 41 años, todavía mantenía un cuerpo que arrastraba muchas miradas. Compartía con Juan el gusto por el mundo liberal y swinger. No le habían faltado ocasiones para acostarse con otros hombres y mujeres, sin embargo siempre había permanecido fiel a la promesa de no hacer nada a espaldas de Juan. En aquella aventura estaban los dos ...
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