1. Mi perrito faldero


    Fecha: 01/10/2018, Categorías: Voyerismo Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    La primera vez que se levantó para ir al baño advertí, merced a que llevaba ropa ajustada, una musculosa y un jean, las suaves y armoniosas curvas de su cuerpo y ese culo empinado, redondo y carnoso que me obsesionó inmediatamente.
    
    Cuando volvió del baño me miró y bajó la vista al advertir que yo también lo miraba. Pero supe que habíamos establecido un vínculo hecho de esa mirada y de miradas anteriores, furtivas pero elocuentes.
    
    A partir de la aparición de ese chico yo iba al bar todos los días, con mi condición de viejo perverso de setenta y un años y la esperanza de encontrarlo y avanzar en la cacería.
    
    Él no iba a diario, pero sí con frecuencia y siempre bebía una gaseosa sin dejar de mirarme furtivamente. Yo mantenía mi vista fija en él, por táctica de cazador, pero también por la atracción cada vez mayor que ese chico ejercía en mí. Debo aclarar que me gustan las mujeres, pero también, como activo, los chicos lindos y recuerdo haberme calentado con algunos compañeros de la secundaria y con algún nene en el gimnasio al que concurrí por algún tiempo cuando tenía dieciocho años.
    
    Pero volvamos a este jovencito. Una noche me decidí a lanzar el ataque decisivo luego de las miradas de costumbre. El chico estaba esa noche con un pantalón blanco muy ceñido y una remera sin mangas no menos ajustada y cuando fue al baño lo fui observando sintiendo que mi pene comenzaba a endurecerse. Me levanté, fui hasta el baño y entré sin vacilación alguna. Él se estaba subiendo el ...
    ... cierre del pantalón y amagó salir, pero sin dudar lo detuve tomándolo de un brazo, con el corazón latiéndome aceleradamente. Me miró con una expresión entre asombrada y ansiosa y entonces, mientras aumentaba la presión de mis dedos sobre su brazo le dije:
    
    -Ahora nos sentamos a tu mesa.
    
    Él me miró a los ojos durante un segundo y enseguida murmuró agachando la cabeza:
    
    -Está bien…
    
    -Bueno, vamos. –lo conminé y él se dejó llevar. Una vez sentados a la mesa le dije:
    
    -Sos muy lindo y seguramente lo sabés…
    
    -Gracias… -contestó en un tono apenas audible.
    
    -Gracias, señor… -lo corregí poniendo en marcha mi condición de dominante. Él alzó la cabeza, me miró fugazmente, tragó saliva y dijo:
    
    -Gracias… señor…
    
    -Muy bien. –aprobé cada vez más excitado al sentir que la presa ya era mía. –Veo que además de muy lindo sos obediente y a mí me gustan mucho los chicos lindos y obedientes.
    
    Él no dijo nada, pero me di cuenta de que se había puesto colorado.
    
    -¿Y a vos que te gusta? –le pregunté y tardó en responderme. Miraba a uno y otro lado, visiblemente nervioso, hasta que por fin dijo en voz muy baja:
    
    -No me… no me gustan las… las chicas…
    
    -Te gustan los chicos… Qué bien. –le dije.
    
    -No… tampoco… -murmuró con la cabeza gacha.
    
    -¿Y entonces qué te gusta? –inquirí desorientado.
    
    -Me gustan los… los señores… los hombres mayores… muy mayores… completó siempre en un tono muy bajo y yo creí haber llegado al paraíso, un paraíso pagano, pero paraíso al fin, donde ...
«1234...8»