1. Celia, la bruja


    Fecha: 28/07/2017, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Romualdo tenía 75 años. De día Llevaba siempre consigo sus dos mejores amigos, la boina negra en la cabeza y la colilla del cigarrillo sujeta por la comisura de sus labios. Su rostro moreno tenía las arrugas contadas. Era alto y delgado. Al llegar la primavera se sentaba en un banco de piedra que había al lado de la taberna, (la taberna tenía una parra alrededor) con su bastón en la mano. Era viudo y no le tenía que rendir cuentas a nadie.
    
    Con la primavera llegó Celia a la aldea. Celia era una joven preciosa, morena, con larga cabellera negra, de tetas medianas, delgada, con el culo respingón. Aparentaba unos 20 años. Llegó a la aldea sin maleta. Venía con lo puesto, y fue junto a Romualdo, que estaba sentado en el banco de piedra. Le preguntó:
    
    -¿Tío Romualdo?
    
    -¿Quién eres?
    
    -Tu sobrina nieta. La hija de tu hermana Facunda
    
    -¡¿Eres la nieta de la bruja?!
    
    Celia se sentó al lado de Romualdo.
    
    -Soy la nieta de tu hermana.
    
    -¿Y qué quieres?
    
    -No tengo a donde ir.
    
    -¿Dónde dejaste tus cosas?
    
    -En Inglaterra. Me querían quemar por bruja y tuve que salir huyendo.
    
    Romualdo, se alarmó.
    
    -¡¿Eres bruja cómo tu abuela?!
    
    -Ni la abuela ni mi madre eran brujas, ni yo soy bruja. Se querían quedar con lo que teníamos y se inventaron esa falsa acusación.
    
    -No le digas a nadie que eres la nieta de la bruja. ¿Qué es de tu abuela?
    
    -Me dijo mi madre que muriera. No la llegué a conocer.
    
    -Entonces... ¿A saber dónde andará?
    
    -¡¿Piensas de verdad que tu ...
    ... hermana era bruja?!
    
    -No lo pienso. Lo sé. Es una bruja.
    
    Poco más tarde, después de que Romualdo le enseñase la casa y la habitación donde iba a dormir, le dijo:
    
    -Vuelvo a la taberna. En la artesa tienes pan, y colgados, como puedes ver, están los chorizos y el jamón.
    
    Los chorizos estaban colgados en un cordel junto a la chimenea de la cocina de piedra, y el jamón en una viga que pasaba por encima de la artesa.
    
    Romualdo volvió a casa contento. Se sentó en una silla, de las dos que tenía la mesa de la cocina, y le dijo a Celia:
    
    -Parte un poco de pan. Pica un poco de jamón y echa un vaso de vino. ¿Merendaste?
    
    -No.
    
    -Pues parte para dos y echa de beber para dos.
    
    Celia hizo lo que le dijo Romualdo. Al rato, sentados a la mesa, frente a frente, dando cuenta del pan, del jamón y del vino, le dijo Romualdo:
    
    -En esta aldea casi todos los jóvenes se fueron a trabajar a la ciudad. Vas a tener problemas para encontrar novio.
    
    -¿No quedan jóvenes en la aldea?
    
    -Quedan dos. A uno le van las cabras, y el otro es primo tuyo, y le van los cabrones.
    
    -¿Es maricón?
    
    -Sí, a Venancio le gustan los culos.
    
    -Me es indiferente lo que le vaya a esos dos. No vine para encontrar novio. Cuando tenga ganas de joder pediré que me echen un polvo.
    
    -¿A quién se lo vas a pedir?
    
    -A ti.
    
    Romualdo estaba bebiendo del vaso de vino y, con la sorpresa, escupió por la boca el vino que no echó por la nariz.
    
    -Aquí a las mujeres como tú les llaman putas
    
    -Sigo el consejo ...
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