Betsabe y el jefe de su marido (2) - Relatos Eróticos

Betsabe y el jefe de su marido (2)

Esa noche el jefe se aseguró que todos saliéramos temprano. Yo me quedé aunque apagué la luz de mi oficina. Intuía lo que estaba a punto de pasar. También debía intuirlo Betsabé, quien había llegado con los labios pintados de rojo y un caminar que alegraba la vista. Se detuvo frente a la oficina del jefe y este la miró a través de su puerta de vidrio.

-Pasa.

Ella entró y cerró la puerta. Sus miradas se entrelazaban con tal fuerza que no me hubieran visto ni aunque me hubiera puesto entre ellos. Betsabé sacó el folder con los documentos y los puso sobre su mesa.

-¿Esto era lo que necesitaba? 

 El jefe tenía puesta una sonrisa tan brillante como su cabeza perfectamente afeitada. 

-No -le respondió, mirándola sin siquiera pestañar, al tiempo que arrimaba el folder y todo lo que estaba sobre su escrito, despejándolo con solo un brazo. Se paró. Era mucho más alto que ella. Más alto que su marido. Él se acercó a ella y Betsabé tuvo que inclinar la cabeza hacia arriba para mirarlo a los ojos.

Betsabé condujo una de las manos del jefe hacia el escote de su vestido. Él lo jaló hacia abajo liberando uno de sus senos. Eran grandes pero calzaban bien en la palma de sus manos. Comenzó a jugar con ambos, apretándolos un poco y luego cada vez que aprisionaba sus pezones entre sus dedos, Betsabé lanzaba un gemido.

La oficina estaba desierta. Desde mi cubículo podía escucharlo todo con claridad. Podía verlo todo a través de las divisiones de vidrio de la oficina del ...

... jefe. Él la recostó en su escritorio y ella le abrió sus piernas para que el jefe pudiera introducirle su lengua en lugares que nunca le habían estimulado antes. Ahora jadeaba. Cerraba los ojos con fuerza y gemía. El jefe estaba muy concentrado en su trabajo ahí adentro. Ni siquiera intenté esconderme para seguir mirando.

-Ahora te toca a ti hacérmelo a mí -le ordenó Raúl, bajándose el pantalón-. ¿Ya lo has hecho antes?

Betsabé sabía a lo que se refería. Su marido se lo pedía cuando no se le paraba. Sabía chuparla. Se limitó a asentir y se llevó rápidamente la pinga a la boca. Ahora era el turno del jefe de jadear. Nunca lo había imaginado haciendo tales sonidos, pero para ser honesto sí me lo había imaginado follándose a la esposa de Deivis desde aquella reunión en la que no le quitó el ojo de encima.

De pronto, aquellas visiones se materializaron frente a mí. El jefe se sentó en una de las sillas y ella se acomodó encima de él, posando sus muslos sobre los suyos. Nunca lo había probado en esta pose. Él la agaro del cabello, acercó su oído a sus labios y le dijo:

-Muévete tú.

Ella puso sus manos sobre los muslos velludos de él y se levantó un poco hasta dejarle media pinga afuera. Luego bajó y le recorrió la mitad de su miembro de un tirón. Comenzó a incrustársela a su gusto. A moverse a su ritmo para ir gozando las distintas sensaciones del placer. Los juegos previos la habían dejado muy excitada.

-¿Habías probado esta pose antes?
-Nunca.
-¿Te está ...