1. Secuelas de una pandemia (III): Cruzada


    Fecha: 27/04/2024, Categorías: Gays Autor: LetraEros, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuestionarse ese arrebato que los había sorprendido y que sacudía las estructuras con las que habían crecido. Que a un hombre le guste otro hombre estaba bien, sí; los dos eran pibes de cabeza abierta, educados en familias bastante progres... tenían amigos putos y todo eso. Pero ellos no. Ellos eran heteros. Paquis. Cogían con minas. Les gustaba la concha. Se volvían locos por chupar un buen par de tetas. Y sin embargo, habían sentido el placer de entregarse a un par; se habían dado al goce de tocarse los miembros hasta reventar en un orgasmo diferente.
    
    Y se habían besado.
    
    ***
    
    –Mirá Pato, yo tengo que hablar.
    
    –…
    
    –¿Cómo seguimos?
    
    Pato se acomodó en la silla, dejó la taza de café y respondió. Había en su voz una seguridad que lo sorprendió más a él mismo que a Diego.
    
    –Seguimos igual, chabón. No sé lo que me pasó, pero a vos también te pasó. Y si pasó es por algo.
    
    Diego quiso agregar unas palabras, pero Pato siguió su improvisada tesis, casi como aquel día cuando Diego dio su verborrágica cátedra sobre los morbos.
    
    –Nunca nos pareció mal que Mauro fuera puto. ¿OK? –siguió disertando–. Lo supimos desde el primer día de clases, cuando dijo “presente”, con voz de nena. Lo habremos gastado al principio, nos reímos un par de veces, pero después ya no; el pibe siempre se la bancó y finalmente todos entendimos que era así y que no pasaba nada.
    
    –Sí, incluso yo una vez…
    
    –Dejame hablar ...
    ... –siguió Pato respirando algo agitado–. Esta vez nosotros hicimos lo que Mauro hace desde que tiene pelos en las bolas.
    
    –Pato, lo que vos decís...
    
    –¡Estoy hablando! Sigo, no me interrumpas, ¿Ok? La pregunta es: ¿somos putos? ¿O hicimos esto porque estamos aislados? ¿Nos gustan los hombres y lo reprimimos porque así fuimos educados?
    
    Diego sentía que los ojos se le llenaban de lágrimas. Pensaba que cada palabra dicha por su amigo podría haber sido pronunciada por él.
    
    –No lo sé –continuó Pato, que no podía dejar de verbalizar eufórico lo que se le cruzaba por la cabeza–. ¿Vos sí?
    
    –Yo...
    
    –¿Ves? Vos tampoco lo sabés. Pero lo que sí sé es que pasó.
    
    –Sí.
    
    –¿Sí qué?
    
    –Nada, que... Bueno, que pienso lo mismo –dijo Diego en un arrebato. –Tal cual, boludo. Y además, no sé…
    
    – ¿Qué? Además ¿qué?
    
    –Que… No sé. Bueno, sí que... que estuvo buenísimo. ¡Eso!
    
    – ¿Entonces?
    
    Hubo un silencio. No incómodo; un silencio reflexivo, profundo.
    
    –Entonces... Supongo que habrá que vivirlo. Es decir, experimentarlo.
    
    Se abrazaron largamente, como dos amigos que se reconcilian o que se encuentran después de un tiempo sin verse.
    
    ***
    
    Volver al sexo después de aquella charla fue fácil. Había una complicidad que ya había roto las barreras más rígidas. Pajas mutuas, compartidas, frente a frente, uno al otro. Si pintaba, había beso, pero solo en el momento del éxtasis, como consecuencia natural de acabar. 
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